29 DE OCTUBRE

 APEGO A LAS CRITURAS

Al conceder al hombre imperio sobre la creación, el Señor le puso por condición que usara de las criaturas bajo la dependencia del Creador y estuviera siempre dispuesto a sacrificárselas. Obrar de distinto modo es turbar EL ORDEN establecido por Dios. Así como nos está prohibido apoderarnos de lo ajeno, también lo está usurpar los derecho del Creador. El papel que hemos de desempeñar en este mundo consiste, según San Agustín, en alabar a Dios por las maravillas de la naturaleza, agradecerle sus beneficios y usar de ellos según sus leyes y sin apropiarnos jamás lo que le pertenece.

Si ligáramos nuestros afectos por las cosas creadas, a seres privados de razón, nos DEGRADARÍAMOS. Los bienes pasajeros son, como dice Santo Tomás, VESTIGIOS de las perfecciones divinas; en cambio, nosotros somos vivientes imágenes de las mismas, Si amamos la tierra, nos hacemos terrenos, ¡y fuimos creados para el cielo! ¡Qué locura sería, por tanto, si del apego a las criaturas pasáramos a amar la vanidad, la mentira, los deleites culpables y el pecado! ¡Habríamos llegado al último grado de envilecimiento, que conduce a la degradación final del infierno!

Creamos únicamente para Dios, no tenemos derecho de apegarnos a SERES CREADOS, en detrimento del Ser por excelencia, del Creador. Él es nuestro último fin. Él solo puede elevarnos, ennoblecernos, hacernos felices. Por esto el Rey Salomón decía: "Vi que todo era vanidad y AFLICCIÓN DE ESPÍRITU y que nada hay estable en el mundo (Ecl. 2, 11)." Solo el Creador puede satisfacernos los insaciables deseos de conocer y de amar. Nuestra alma espiritual e inmortal como él no podrá nunca hallar reposo fuera de él. Aunque todos los hombres, ángeles y santos hicieran cuanto estuviera en su poder para complacernos, jamás lograrían satisfacernos. Para esto necesitamos el Bien supremo, infinito, inmutable y eterno. "Nos creaste para ti, Señor, decía San Agustín; eres nuestro centro, el único objeto que puede bastarnos; jamás estaremos en paz lejos de ti."

¿Estamos realmente CONVENCIDOS de estas verdades? ¿Hacemos de las criaturas mística escala para elevarnos hasta Dios? Por desdicha, cuántos apegos secretos existen en nosotros, que se dejan ver en cuanto algo hiere nuestro orgullo y amor propio, o cuando contraría nuestros gustos, carácter, pereza, sensualidad. ¡Oh Dios mío!, hazme comprender que usurpo tus DERECHOS SAGRADOS cuando, por mis desordenados apegos aparto de su fin a las criaturas. Déjame ver el ÍNFIMO LUGAR a que desciendo cuando pongo mi corazón en lo que es menos que tú o en lo que me desvía de ti. Concédeme la gracia de encontrar en tu amor TODA MI FELICIDAD, y "hazme vivir en el mundo como si en él me encontrara sólo contigo (San Alfonso de Ligorio)." Para lograrlo, infúndeme, como a Salomón, gran aborrecimiento de todo lo caduco, ya que, como él dijo, en la tierra todo es vanidad y aflicción de espíritu.

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