11 DE NOVIEMBRE

 SAN MARTÍN, OBISPO Y CONFESOR

Los padres de San Martín eran paganos; a pesar de esto, él sintió desde muy joven gran deseo de hacerse cristiano. A la edad de quince años le obligaron a inscribirse en las milicias romanas, pero él suspiraba constantemente por ser soldado de Cristo. Por fin llegó para Martín día tan feliz, y pudo consagrarse SIN RESERVAS al amor divino, al amor del Salvador, que ya se le había aparecido en sueños. Así como demostró valor y arrojo en los campos de batalla, así también dio pruebas de valor y heroísmo al luchar bajo las banderas de Cristo.

Ayunaba casi todos los días, se alimentaba solo de raíces y dormía lo menos posible, para poder consagrar más tiempo a la oración y al servicio del Señor. El nombre santísimo de Jesús estaba siempre en sus labios y en su corazón. Todos sus pensamientos y palabras tenían por móvil a Jesús; haciendo toda clase de SACRIFICIOS, procuraba establecer en sí el reinado perfecto de Dios. Nada le resultaba trabajoso cuando se trataba de agradar a Jesús. Dice su biógrafo que si hubiera vivido en tiempo de los Nerones y los Decios, con alegría se hubiera colocado sobre el potro o se hubiera arrojado al fuego para cantar entre llamas las alabanzas del Señor, como hicieron en otra época Ananías, Azarías y Misael, cuando por orden de Nabucodonosor fueron echados al horno de Babilonia. ¡Tan FUERTE Y TAN ARIDENTE era el amor que San Martín profesaba a Cristo!

Su corazón exhalaba sin cesar fervorosas ASPIRACIONES; la última noche que pasó en la tierra no quiso aceptar ningún alivio; prefirió yacer sobre ceniza para no interrumpir la oración. Así pudo contestar al demonio, que se le apareció en aquellos momentos: "¿Qué haces aquí, bestia cruel? ¡Nada encontrarás en mi que te pertenezca!" No, nada de cuanto en él había pertenecía a Satanás, sino todo a Jesucristo, a quien, como dice su oficio, amaba de todo corazón.

¿Podríamos también, como San Martín, afirmar verdaderamente que nada de lo que en nosotros existe nos ata al demonio? ¡Cometemos tantas FALTAS pequeñas, de propósito más o menos deliberado; estamos aún bajo la acción de las pasiones, que con tanta frecuencia brindan al infierno ocasión de arrastrarnos al mal!... Cada una de nuestras inclinaciones INMORTIFICADAS es cadena de la que se sirve Satanás para conducirnos primero al pecado venial, luego al mortal. Imitemos a San Martín, destruyamos cuanto en nosotros hay de orgullo, vanidad, egoísmo, amor propio y sensualidad. Abandonemos de una vez la vida natural y humana y esforcémonos en amar a Cristo sin reservas y sin medida.

¡Divino Salvador mío, a quien todo lo debo! Ilumina mi espíritu para que pueda contemplar tu AMABILIDAD infinita; inflama mi corazón en el fuego de tu divino amor. Entonces despreciaré todas mis INCLINACIONES y todo cuanto no esté conforme con tu divino agrado. Concédeme la gracia de ser constante en la ORACIÓN para mantenerme siempre unido a tu Corazón Sagrado.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)