14 DE NOVIEMBRE

 LA MEDITACIÓN

Las verdades de la fe no se ven con los ojos del cuerpo, sino con LOS DEL ESPÍRITU. Estas verdades solo pueden completarse y profundizarse por medio de la meditación. El hombre que no reflexiona y camina por el mundo sin pensar hacia dónde va ni adónde llegará, un día, se perderá irremisiblemente. Nos hallamos muy lejos de la perfección, cuando no pensamos en las verdades que santifican. No es posible CONOCER a Dios y comprender cuán digno es de todo nuestro amor si no nos acordamos de meditar sus perfecciones, ni de pensar en los beneficios que nos otorga, ni nos cuidamos de ponernos en su divina presencia. No es posible comprender la importancia de la salvación, la malicia del pecado, el valor de la gracia y la necesidad de orar para cumplir nuestros deberes, si vivimos derramados al exterior sin adentrarnos en los secretos de la propia conciencia.

El alma que no medita permanece FRÍA e indiferencia hacia Dios; su intención no es recta y cumple con NEGLIGENCIA y llena de distracciones las prácticas piadosas. Ni puede ser de otra manera, porque sin oraciones se asemeja a un jardín sin agua, cuyas plantas y todo en él aparece estéril y agostado. Al no meditar, secamos las fuentes de las santas reflexiones, de la unción espiritual y de las gracias abundantes que ilustran y enfervorizan el entendimiento y la voluntad. "Estoy marchito como el heno, exclamaba el rey David; árido está mi corazón; pues hasta de comer mi pan me he olvidado (Salmo 101, 5)." En una palabra, sin meditación la disipación se convierte en estado habitual y la rutina se mezcla al cumplimiento de nuestros deberes con Dios.

¿Y qué VIRTUDES podríamos adquirir en semejante condiciones? ¿La fe? ¡Pero si la fe, para ser ardiente, habrá de ser alimentada por medio de la reflexión! ¿La humildad? Pero ¿cómo podremos ser humildes si no nos estudiamos a nosotros mismos ni nuestras perversas inclinaciones? Y si no nos conocemos, ¿cómo será posible corregirnos de los defectos? Además, sin meditar, la savia sobrenatural que eleva las obras hasta Dios. En ese estado, las virtudes serían solo aparentes, formadas por la naturaleza en lugar de estarlo por la gracia. Por eso pudo decir Gersón que sin la meditación nadie, a menos de un milagro, puede llegar a la vida cristiana, ¡cuánto menos alcanzar las cimas de la verdadera santidad!

¡Oh Dios mío! Estoy firmemente resuelto a no omitir, nunca la meditacion y a hacerla con fe, con el respeto y la atención que requiere acto tan importante. Por que nada es tan grave ni tan serio como conversar con tu infinita Majestad para tratar con ella del gran asunto de la santificación y de la salvación eterna.

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