15 DE NOVIEMBRE

 LA SANTA MISA

El acto más SUBLIME y meritorio del culto es el sacrificio. Porque al ofrecer un objeto sensible que se destruye, se priva uno de él en honor de Dios, y no se dice solamente con los labios: "Señor, reconozco tu soberano dominio", sino de hecho y en realidad. Si la destrucción de un ser vil y miserable honra tanto a la Majestad divina, ¡cuánto más habrá de honrarle la inmolación de un Dios! Por eso, el Señor, como si estuviera ya hastiado de los sacrificios de animales que le ofrecían en la Antigua Ley, declara, por boca del profeta Malaquías, que necesita "una ofrenda pura"; y habla de ella varios siglos antes de que le fuera sacrificada, y dando a entender que esta ofrenda habría de reemplazar a todas las hostias y holocaustos del universo entero.

En efecto, Jesús, nuestro divino Redentor, se sacrifica diariamente de uno a otro polo, sobre millares de altares. La inmolación del CALVARIO, que por sí sola hubiera bastado para rendir a Dios gloria sin límites, se perpetúa en la tierra por el más inaudito de los prodigios. Jesús, Sacerdote y Víctima a la vez, se multiplica en nuestras iglesias; se ofrece al Padre eterno por manos de todos los celebrantes y redime de nuevo al mundo tantas veces como renueva sobre nuestros altares el sacrificio de la Cruz. Porque cada Misa tiene tanto valor ante los ojos de Dios como la muerte sangrienta del Salvador.

¡Oh inefable misterio de poder, de sabiduría y de amor! Nunca lo MEDITARÍAMOS bastante. Con razón San Francisco de Sales no quería celebrar sino penetrado de las mismas disposiciones que deseaba tener cuando tuviera que comparecer ante Dios. Y precisamente en este sacrificio divino es donde se inmola de nuevo a Cristo y donde de verdad se aprende a VIVIR Y A MORIR: 1º porque en su misma fuente nos llenamos del espíritu y de los sentimientos de Jesús, para poder practicar las virtudes que habrán de santificar nuestra vida y nuestra muerte; 2º porque aumentamos la gracia que nos hace participantes de la vida divina; vida que no se acaba al rendir el último suspiro; 3º porque recibimos el alimento sagrado que nos sostiene durante el destierro y que será nuestro Viático cuando llegue la hora de emprender el viaje a la Patria verdadera. ¡Oh cuán preciosos en sí mismos los efectos del santo sacrificio de la Misa y cuán de desear!

¡Jesús adorable! Tú, que te sacrificas sobre tantos altares en interés de mi alma, no permitas que descuide el culto que te es debido asistiendo a Misa, o celebrándola con espíritu distraído  o corazón apegado a las criaturas. Penétrame de respeto, de devoción y de amor hacia tan augustos misterios; que de ellos saque las fuerzas que necesito para imitar tu espíritu de humildad y de anonadamiento ante Dios, tu obediencia sin reserva y tu caridad sin límites hacia el Padre celestial y hacia todos los hombres.

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