18 DE NOVIEMBRE

 VISITAS AL SANTÍSIMO SACRAMENTO

Cuando nació el Salvador, los Reyes Magos no solo abandonaron sus palacios, sino también su PAÍS, y emprendiendo largo viaje llegaron a Palestina, preguntando por el Mesías. La Esposa del Cantar de los Cantares buscaba por todas partes al Amado, sin poderle hallar. Nosotros, por el contrario, tenemos la dicha de hallar a JESÚS MUY CERCA, en las iglesias donde habita.

¡Qué HONOR Y QUÉ FAVOR tan grande para un vasallo que el rey se digne convivir con él! Pues bien: en medio de nosotros reside nuestro Rey  y nuestro Dios, para iluminarnos, defendernos y hacernos participar de sus bienes. ¿Cómo es posible que no nos apresuremos a visitarle? Muchos peregrinos van a Jerusalén para traer de los Santos Lugares, consagrados por la presencia del Verbo encarnado, alguna reliquia para recuerdo. Pues este mismo Verbo divino está entre nosotros noche y día, porque quiso hacerse nuestro compañero de destierro, y, sin embargo, no le visitamos con la frecuencia que debiéramos para agradecérselo.

Jesús, en el Sagrario, es el GUÍA que habrá de conducirnos a la eternidad. Es el APOYO Y EL CONSUELO constante de todos cuantos combaten y sufren en la vida. San Alfonso de Ligorio aseguraba que más aprovecha un cuarto de hora pasado devotamente ante el Santísimo Sacramento, que todos los demás ejercicios piadosos que hacemos durante el día; decía que visitar a Jesús en la Eucaristía "es devoción excelente, la primera de todas después de la de recibir con frecuencia los Sacramentos".

Nosotros, que tenemos TIEMPO para visitar a parientes, amigos y conocidos, y que dedicamos horas a tales visitas, ¿no podríamos consagrar diez minutos todos los días a Jesús, nuestro Padre, Hermano, Bienhechor y Amigo? -El Señor ordenó a Santa Magdalena de Pacis que le visitara treinta veces al día, y la Santa obedecía llena de alegría. A nosotros no nos pide tanto; pero ¿no podríamos rendir a Jesús nuestros homenajes, bien de hecho en las iglesias donde habita o al pasar delante de ellas, bien con el afecto, volviendo hacia estos parajes los ojos y los deseos del corazón para acompañarle con el espíritu cuando no podemos hacerlo en persona?

¡Oh divino Prisionero de nuestros tabernáculos! Parece imposible que tantos hombres se olviden de ti y no se den cuenta de sus verdaderos intereses. ¡Qué pena tan grande la mía si a la hora de la muerte me encuentro pobre de aquellos bienes espirituales que hubiera logrado cerca de ti, que eres Fuente siempre abierta y generosa de todos ellos! Te ruego despiertes mi FE en tu presencia real eucarística. Aumenta en mi la DEVOCIÓN  a este misterio inefable e inspírame vehemente deseo de CONVERSAR contigo en tu sacramento del amor.

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