22 DE NOVIEMBRE

 SANTA CECILIA, VIRGEN Y MÁRTIR

Santa Cecilia pertenecía a noble e ilustre familia romana, y a pesar de ser sus padres paganos, fue educada en los PRINCIPIOS del Cristianismo. Como la dejaban en libertad de practicar su religión, Santa Cecilia acudía con los demás fieles a orar en las catacumbas, y frecuentaba los sepulcros de los mártires, donde se celebraban secretamente los divinos misterios. En estas santas reuniones y en la asidua lectura del Evangelio fue donde adquirió aquella fe tan llena de valor que le hizo resistir al mundo, desafiar los ataques del infierno, convertir a muchos paganos y conquistar con ellos las palma preciosa del martirio.

"¿Por qué, decía Santa Cecilia, tememos perder esta vida pasajera, cuando así se asegura la vida perdurable? ¿Podemos dar el nombre de vida a nuestra existencia terrena? Con ella juegan todos los dolores del cuerpo y del alma y nos lleva a la muerte, que pone fin lo mismo a los placeres que a las angustias. Cuando termina la vida, parece como si nunca hubiera sido, porque lo que no existe es la misma nada. La vida futura, por el contrario, tiene alegrías sin fin para los justos y suplicios eternos para los pecadores."

Así habló Cecilia, con todo el ARDOR DE SU FE a su cuñado Tiburcio. Después de haberle enseñado los principales misterios del Cristianismo, le convenció para que se bautizara, conquistándole para Cristo. También dijo Cecilia, para que a TODOS sirviese de ENSEÑANZA: " Aquél que tiene fe en el Hijo de Dios y sigue sus mandamientos, será llevado por el camino del Paraíso. Desdichadamente, ¡cuántos son los que el demonio tiene encadenados por mil preocupaciones! Tan pronto les asusta la desgracia que puede sobrevenirles, como los atrae el negocio que los promete abundantes ganancias, o los cautiva la belleza corporal, o se dejan arrastrar por la intemperancia. Y como no piensan sino en esta vida presente, salen del mundo con las manos vacías y abrumados bajo el peso de sus pecados."

 Al escuchar estas elocuentes palabras, animadas por vivísima fe, Tiburcio exclamó: "¡Oh, no! Mi corazón y mis pensamientos jamás se apegarán a esta vida presente. Que los insensatos gocen, si quieren, de las ventajas que el tiempo les proporciona. Yo no obraré como ellos." Participemos de los nobles sentimientos de este cristiano recién convertido y digamos a nuestro divino Salvador:

Hasta hoy, Jesús mío,  fui esclavo de las máximas del mundo y de los afectos terrenos; pero esto ha terminado desde ahora para mí, pues quiero elevarme por la FE por encima de todo lo pasajero y ver las cosas alumbrado de las divinas luces que a tantos santos iluminaron. Concédeme la gracia de vivir como ellos: 1º teniendo como base los PRINCIPIOS de la verdadera perfección; 2º animado por los santos ardores de una CONSTANTE ORACIÓN,     que habrá de alimentar, de fortificar y de hacer eficaces mis creencias.

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