23 DE NOVIEMBRE

SAN CLEMENTE, PAPA Y MÁRTIR

Descendiente de noble familia de senadores romanos emparentada con los Césares, Clemente se hizo discípulo de San Pablo y ayudó a San Pedro en el gobierno de la Iglesia. En cuanto conoció el Evangelio hizo cuanto pudo por honrar al divino Maestro, ejercitándose en la práctica de las virtudes. En él admiraban la profunda HUMILDAD unida al talento y a la ciencia, la prudencia y rectitud, tan grandes, que eran alabadas aun de los mismos paganos. Nacido en la opulencia, despreciaba los bienes terrenos y los consideraba como patrimonio de los pobres, a quienes generosamente gustaba distribuirlos. Su misericordia con los pecadores, su CARIDAD hacia los enfermos y afligidos, excitaban la admiración general, lo mismo que su CELO apostólico por extender el reinado de Cristo a todas las clases de la sociedad.

Cuando ocupó la Sede de San Pedro, trabajó con NUEVO ARDOR en la propagación de la doctrina evangélica, lo que provocó contra él la rabia del mundo y del infierno. Fue ACUSADO de sacrílego, de impiedad, de desobediencia a los decretos del emperador, y cuando se negó a sacrificar a los dioses falsos, Trajano lo DESTERRÓ a lejana isla, más allá del Mar Negro, donde encontró a dos mil cristianos también allí deportados. Los animó a sufrir valerosamente, y con ellos trabajó en extraer y cortar mármol de las canteras. Y todo lo hacía con amor tan grande a Cristo, que los compañeros de trabajo y destierro se inflamaban en aquel fuego de amor.

Predicaba la fe y bautizaba a multitud de bárbaros, que acudían a él atraídos por la fama de su santidad. Pronto fueron los ídolos hechos añicos, sus templos derribados, sus bosquecillos talados, y en un año fueron edificadas setenta y cinco iglesias en honor del Dios verdadero. Así trabajó San Clemente por glorificar a Jesucristo y propagar el Evangelio. Si queremos nosotros como él corresponder a los beneficios recibidos del Señor, consagrémonos por entero al servicio divino, y hagamos cuanto sea posible por conquistarle almas. 1º Esforcémonos cada día y en todo momento, por medio de la oración, en adelantar y afirmarnos en el bien. 2º Hagámoslo animados de los mismos sentimientos que San Clemente, es decir, con ardiente deseo de dar gloria y agradar a aquél que tantas pruebas de su amor nos ha dado.

¡Oh Dios mío! Te ruego infundas y conserves en mi alma estas disposiciones a pesar de las amarguras y penas del destierro en que vivimos, como hiciste con San Clemente en medio de tantos trabajos y luchas. concédeme, como se la concediste a él, la gracia de honrarte por la práctica de las virtudes, la resignación en las pruebas y el celo en atraerte corazones.

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