26 DE NOVIEMBRE

 LA LECTURA ESPIRITUAL

Como la lectura de los libros impíos llena el alma de dudas y la sume en la impiedad, así la lectura de los libros piadosos despierta NUESTRA FE acerca de las verdades de salvación, de los misterios y máximas de la religión, y sobre la belleza y contento de la virtud. "Cuando oramos, dice San Jerónimo, hablamos con Dios; pero cuando leemos, Dios es quien nos habla." Con su palabra nos inspira santos pensamientos y nos da sabios consejos y sólidas enseñanzas. Para San Agustín, los libros buenos son cartas que el Señor envía para instruirnos e infundirnos esas profundas convicciones que nos hacen firmes en el bien, a pesar de los atractivos del mundo y del pecado.

Según San Bernardo, la lectura de los libros espirituales es excelente preparación para la ORACIÓN. Esta lectura trae a la mente los pensamientos con que podremos elaborar la miel de afectos piadosos, de actos de humildad, de agradecimiento, de contrición, de amor y de petición que nos habrán de endulzar las meditaciones e inspirar resoluciones prácticas y generosas. Manjar celestial, alimenta y consolida el amor a la virtud, Muchos fueron los santos que por ella permanecieron en la soledad, el silencio y el ejercicio de la mortificación. Santo Domingo decía que la lectura espiritual era leche misteriosa que fortalecía las almas.

Pero la lectura espiritual no surtirá tan preciosos efectos sino con las siguientes CONDICIONES: 1ª hay que comenzarla fijando en ella la atención, deteniéndose de cuando en cuando a pensar en lo leído y para levantar a Dios el corazón; hay que terminarla formando con algunos pensamientos en ella recogidos un ramillete espiritual; 2ª evitemos leer con prisa o con curiosidad, figurémonos que Jesús nos habla por medio de las buenas lectura y que debemos escucharle con respeto, con docilidad y con la sincera resolución de poner en práctica su doctrina.

EXAMINÉMOS si gustamos de leer libros de vida interior, es decir, de la vida que nos eleva por encima de la tierra y de nosotros mismos para unirnos con Dios. ¿No preferimos acaso los periódicos, las revistas, las novelas y demás obras literarias profanas que nos divierten y nos distraen, sin beneficio alguno para el alma?

¡Oh Dios mío! Hazme gustar de las buenas lecturas para que germine y florezca en mi el deseo de santificarme y de unirme estrechamente a ti. Al admirar en la vida de los santos su humildad, paciencia, caridad y constante oración, quiero desde ahora sacudir la cobardía, no permanecer ocioso, inmortificado; quiero amar el espíritu de sacrificio, de oración y de renunciamiento. Haz que sean éstos los frutos que recoja de las lecturas espirituales.

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