14 DE DICIEMBRE

 EL BENEFICIO DE LA ENCARNACIÓN

El don tiene tanto mayor valor cuanto más elevada esté en dignidad el que lo otorga. Una insignificante consideración por parte de un gran rey colma de alegría el corazón del fiel vasallo objeto de ella. ¡Cuánto pues, debemos apreciar cualquier beneficio del CREADOR! El Señor no solo nos colmó de todos los bienes de la NATURALEZA , sino que se dignó añadir a ellos los tesoros de la GRACIA, infinitamente preciosos. Al vernos despojados de ellos por la culpa de Adán, en vez de abandonarnos a nuestro destino, como parecía exigirlo la divina Justicia, quiso levantarnos de la ruina, y no envió para salvarnos ni un ángel ni un serafín. Aunque hubiera envido para redimirnos a todas sus legiones angélicas éstas no hubieran podido remediar nuestros males, puesto que la criatura es incapaz de satisfacer a la infinita Justicia. Envió, pues, a la tierra a su VERBO, imagen substancial suya; a su Unigénito, igual a él mismo, permitiendo que se encarnara, que se rebajara y condenara a los tormentos y los oprobios para abrinos las puertas del cielo, cerradas por el pecado. ¡Oh prodigio sin igual de la generosidad divina, que de tal modo se extrema en hacernos participar de sus bienes! El Todopoderoso creó el universo con  una palabra; para redimirnos le fueron precisos, no una palabra, sino treinta y tres años de trabajos, de privaciones y de indecibles sufrimientos.

Para conceder aún mayor valor a este don infinitamente precioso, el Señor nos lo hizo con una caridad y AMOR SIN LÍMITES. No sólo olvidó la infidelidad e ingratitud de Adán, nuestro primer padre, sino que nos trató como amigos, como íntimos e hijos adoptivos, a los que destina las riquezas de su gracia y la herencia eterna, a pesar de nuestra maldad e iniquidades. Inmensa es la bondad de Dios con nosotros. ¡Nunca dejemos de agradecérsela y amémosle por ella de todo corazón!

¡Señor! ¿Cómo corresponderé a todos los beneficios que me has concedido? Aunque es nada, quiero consagrarte cuerpo, alma, facultades, sentidos y todos los instantes de mi vida. No quiero negarte nada; por eso te doy cuanto tengo. Debería darte un don de valor infinito, puesto que tu caridad conmigo no tiene límites. Este don únicamente lo encuentro en ti, que me lo entregas en la Persona de tu Hijo, inmolado sobre los altares. Te ofrezco, pues, esta Víctima adorable en homenaje a tus grandezas, y en acción de gracias por todos tus beneficios. Concédeme por ella perdón de mis PECADOS, espíritu de AGRADECIMIENTO y una gran FIDELIDAD en corresponder a todas tus gracias.

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