3 DE DICIEMBRE

 SAN FRANCISCO JAVIER

Este gran Santo, gloria de España, enseñaba brillantemente la filosofía en la famosa Universidad de la Sorbona. Sus éxitos le auguraban fama y estaba seguro de alcanzar los más altos empleos, cuando en medio de sus juveniles ambiciones Iñigo de Loyola le hizo entender la NADA DE LAS GRANDEZAS TERRENAS, susurrándole repetidas veces al oído en medio de los triunfos: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?", y preguntándole a veces cuánto tiempo le duraría, por mucho que fuera, la efímera gloria de la tierra. Impresionado con estas verdades, el joven profesor hizo ejercicios espirituales, dirigidos por San Ignacio, trocó la gran ambición de honores por insaciable sed de humillaciones y ya solo pensó en trabajar por la gloria de Dios, alistándose en la Compañía de Jesús.

Convencido de la propia miseria, Javier se consideraba cual siervo inútil, como criatura despreciable y se confesaba aborrecible PECADOR, cuyas faltas e infidelidades eran obstáculo para la propagación del Evangelio y malograban la obra del Señor. Se le vio caminar por las rutas de Francia, de Suiza y de Italia, mendigando el alimento, sirviendo a los enfermos en los hospitales y rebajándose a los más viles oficios. Pero cuanto más se humillaba, más le exaltaba el Señor, porque es precisamente la verdadera humildad, y no la ambición, el camino de la más sólida grandeza.

"Si me glorifico a mí mismo, dijo el divino Maestro, mi gloria no vale nada, pero es mi Padre el que me glorifica (Juan 8, 54)." -No hubo jamás ambicioso ni orgulloso que alcanzara GLORIA SEMEJANTE a la que le fue deparada a San Francisco Javier en pago de su humildad. Ni hombre mundano ha sido honrado como él, pues los prodigios que realizaba por doquiera hacían que reyes y pueblo le venerasen como santo; y cuanto más huía Javier de la gloria, más le perseguía ésta, porque la atribuía a Dios por entero.

¿Qué locura es la nuestra al pretender ELEVARNOS buscando estimación y fama allí donde tantas almas solo encontraron eterna vergüenza y perdición?- Examinemos y veamos: 1º si no somos demasiado puntillosos en cuestiones de honor; 2º si somos sencillos en la manera de hablar, de vestir y en los modales; si buscamos más el agrado de las criaturas que el agrado de Dios; 3º si preferimos vivir escondidos e ignorados, más que lucir y llamar la atención. -Después del examen sabremos a punto fijo si es la vanidad o es la humildad lo que nos domina.

¡Oh Jesús, manso y humilde de Corazón!, por intercesión de San Francisco Javier haz que mi corazón se amolde al tuyo, para que únicamente busque en todo tu gloria y tu divino beneplácito.

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