30 DE DICIEMBRE

 CÓMO SE RECUPERA EL TIEMPO

"El medio de recuperar el tiempo, dice San Gregorio, ES LLORAR LAS FALTAS que hemos cometido." Como los días en que pecamos son los días peor empleados, ésos habremos precisamente de reparar con el arrepentimiento y la penitencia. "Repasaré, oh Dios mío, delante de ti, con amargura de mi alma, decía el piadoso rey Ecequías, todos los años de mi vida (Is. 38, 15)." La contrición viva y sincera de los pecados, sobre todo cuando acudimos al tribunal sagrado de la Penitencia, purifica el corazón, salda las deudas con la justicia divina, nos devuelve la inocencia y, por consiguiente, recupera el tiempo perdido.

Según San Bernardo y San Anselmo, se obtiene también el mismo resultado cuando se vive VIDA FERVOROSA, llena de obras buenas, entregándose uno enteramente al bien como antes se entregara al mal. Para esto debiéramos, coincidiendo con el pensamiento de San Jerónimo, hacer que la vida fuera tanto mejor en adelante cuanto peor fue en tiempos pasados. El viajero que se retrasó en el camino tiene que caminar más de prisa; el artesano que durante varias horas permaneció ocioso, tiene que trabajar después con mayor actividad. El hombre de negocios a quien le arrebataron momentos para él preciosos, vuelve aún con mayor ardor a reanudar la interrumpida tarea. ¿No tenemos mucho más motivo que ellos para obrar del mismo modo?

El pensar que hemos querido halagar el orgullo, la vanidad, el amor propio, que no hemos puesto freno a las pasiones, en detrimento de la salvación, debiera ESTIMULARNOS  a practicar lo mejor posible la humildad, la obediencia y la abnegación. Podremos reparar perfectamente las anteriores impaciencias con la dulzura en las contrariedades, enfermedades y penas que la divina Providencia se sirva enviarnos para nuestra santificación.

¿Es tal nuestro modo de sentir? ¿Tenemos, por lo menos, igual ARDOR por servir a Dios que cobardía demostramos en el pasado? Ahondemos en nuestro conocimiento, porque si ahora, llenos de salud, somos tan tibios en la oración, confesiones y comuniones, no nos ilusionemos pensando que en la última enfermedad podremos sacudir nuestra desidia y recuperar el tiempo perdido. ¡Cuántas almas fervorosas han podido observar que en tales momentos de dolor y de angustia apenas si pudieron invocar la ayuda divina!

¡Dios mío! No me abandones en mi debilidad y miseria, sino, por los méritos de Jesús y de María dígnate perdonarme las pasadas infidelidades, todas las negligencias en el cumplimiento de los deberes, la resistencia a su gracia divina y la despreocupación en tu santo servicio. Desde ahora mismo te ruego, para estar preparado a comparecer ante tu inexorable tribual, despiertes MI FE, reanimes mi VALOR y me infundas espíritu de RENUNCIAMIENTO y de ORACIÓN para que pueda correr y volar por la senda de tus preceptos.

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