5 DE DICIEMBRE

VENTAJAS DEL SUFRIMIENTO

El pecado habrá de expiarse en esta vida o en la otra, y esta es ley de la justicia divina, de la que nadie puede librarse (Luc, 13, 3-5). Luego ya que tantas veces ofendemos a Dios, debemos alegrarnos cuando el Señor nos CASTIGA EN ESTE MUNDO, donde son los castigos menos rigurosos que en el otro. Ahora pagamos deudas a la misericordia divina que fácilmente nos perdona; después de la muerte tendremos que satisfacer a la justicia de Dios, que nos exigirá hasta el último maravedí.

El sufrimiento, además nos CURA ESPIRITUALMENTE. Las viciosas inclinaciones son como tumores malignos que se han de extirpar con dolorosas operaciones. Según San Agustín, las pruebas son saludables remedios que el Señor, médico divino, aplica a nuestras llagas; nos cura el orgullo con la humillación; la vanidad, con el sonrojo; la sensualidad y el amor a la vida cómodo y regalada, con las enfermedades; el apego a los bienes terrenos, con los reveses de fortuna, pobreza y privaciones. No hay duda que las penas de este mundo pueden hacernos morir a nosotros mismos y a todo lo creado. ¡Cuántos actos de humildad de sumisión, de paciencia y de abandono a la divina Providencia se hacen cuando uno está atribulado! La adversidad es el crisol que nos purifica, fortalece, desprende de la tierra y de nosotros mismos, nos une a Cristo crucificado y, por consiguiente, nos hace más agradables a los ojos de Dios.

Y ¡cuántos méritos se adquieren soportando con resignación las enfermedades, las contradicciones y las contrariedades que la voluntad del Señor nos depara, "porque, dice el Apóstol, las aflicciones tan breves y tan ligeras de la vida presente nos producen el eterno peso de una sublime e incomparable gloria (2 Cor. 4, 17)"; y Santa Teresa, apareciéndose después de la muerte, aseguró que más le había premiado Dios la paciencia al llevar las cruces de esta vida, que todas las demás buenas obras.

¡Oh Dios mío! ¡Cuánto más amas a un alma, menos la dejas descansar en los vanos goces y en los efímeros placeres de la vida! Concédeme, por tanto, la gracia de huir cuidadosamente de esa excesiva delicadeza que nada quiere sufrir y que se entristece y se impacienta por todo. Infúndeme sentimientos más generosos que me hagan abrazar SIN QUEJAS con las cruces, por grandes que sean, puesto que ellas ayudarán a establecer en mí tu reinado sobre las ruinas del orgullo y del amor propio.

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