7 DE DICIEMBRE

 VIGILIA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN: MARÍA, LLENA DE GRACIA.

Dios  hizo que se diferenciara María de todas las criaturas al concederle el insigne privilegio de una Concepción inmaculada. En cuanto su alma bellísima se unió al purísimo cuerpo, le fue otorgado perfecto uso de razón, siendo este don para ella como luz celestial que la iluminó acerca de sus sublimes destinos. Desde entonces el espíritu de la Virgen, alumbrado con todos los esplendores de la sabiduría divina, penetró las verdades de la fe, los misterios de la vida interior y todas las perfecciones de su amadísimo Señor. Dotada por el Espíritu Santo con rico tesoro de gracia santificante e inundada de auxilios temporales escogidísimos. María, dócil y sumisa, con gran ardor se empleó en hacerlos fructificar. ¡Cuán grandes fueron sus progresos en santidad! En todo momento iba aumentando sin medida la gracia inmensa de que estaba enriquecida hasta el punto de llenar de admiración a las angélicas jerarquías.

Por eso, el Señor, queriendo premiar su fidelidad, no solo la escogió por Madre suya, sino que además la convirtió en celestial acueducto por donde llegan hasta nosotros los bienes de la Redención. Por eso, a ella podemos y debemos dirigirnos siempre que queramos alcanzar la gracia. Por eso la Iglesia pone en su boca estas palabras: "En mí se encuentra toda esperanza de vida y de virtud. Yo soy la Madre del Amor Hermoso, del temor saludable, de la verdadera fe y de la santa confianza."

Para que la esperanza que ponemos en María pueda producir frutos sazonados y duraderos, tendrá que ir acompañada de FIDELIDAD A LA GRACIA. Sin esta condición resultaría estériles los favores alcanzados por esta Madre. Recordemos, por tanto, con frecuencia cuán importante es corresponder a las luces e inspiraciones divinas. Cada grado de gracia que obtenemos ha costado la sangre preciosísima de Dios, por lo que es don de infinito valor, que nos valdrá inmenso premio de gloria sin fin si lo hacemos valer por nuestra conducta.

¡Oh Virgen, predestinada desde el principio para ser Mediadora de nuestra salvación!, dígnate emplear tu dulce y poderosa influencia con Jesús para que me otorgue sus dones y favores y me haga corresponder fiel y amorosamente a sus gracias hasta la hora de mi muerte. Estoy desde ahora resuelto: 1º a practicar constante RECOGIMIENTO, que me ayudará a oír y entender la voz del Espíritu Santo; 2º a ORAR sin desmayo para obedecer el precepto divino y aprovechar de la gracia actual de la oración, que se concede a todos los hombre y en todos los instantes.

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