9 DE DICIEMBRE

 JESÚS AMA LA PUREZA

Jesús es llamado Cordero sin mancha y Lirio de los Valles; y sabemos que se recrea en sus vergeles en medio de azucenas (Cant. 6, 1); y que apacienta su rebaño entre lirios. La VIRGINIDAD fue signo especial de su encarnación, su nacimiento, su aparición entre nosotros, como lo había anunciado el profeta Isaías (Is. 7, 14); porque su Madre, su Padre putativo y su Precursor fueron vírgenes. En consideración a esta perfecta pureza, el Señor confió su Madre divina a San Juan, el discípulo amado, lo mismo que confía al sacerdote su Persona sagrada en la adorable Eucaristía. He aquí por qué la Iglesia, Virgen también e intérprete de las voluntades del Esposo virgen, pone tanta solicitud, como puede verse por los concilios, en conservar intacta la pureza virginal del sacerdocio católico, cuyos miembros habrán de brilla siempre por la integridad de costumbres, para ser "la sal de la tierra", como dice el Evangelio.

Según San Bernardo, todas las almas justas son esposas del Rey de los reyes, pero con mayor derecho aquéllas que se consagran a la virginidad. Jesús es, sobre todo, Esposo de quienes prometen conservarle intacto su cuerpo, voluntad y afectos, practicando una castidad perfecta y con las demás virtudes. Estas almas escogidas tendrán en el cielo aureola especial, corona de honor, ya que no existe nada tan honroso como la inocencia y la pureza, como tampoco existe nada tan infamante como la lascivia. Quienes se privan en este mundo de los deleites del sentido, gustarán en el cielo, dice San Agustín, delicias inefables, únicamente reservadas para ellos.

Ahondemos en el corazón y veamos; 1º si consideramos la virtud de la pureza como cristal sumamente frágil y hermoso, que el más mínimo golpe puede romper y el más débil soplo empañar; 2º si por consiguiente, huimos cuidadosamente de los peligros, recordando estas palabras del Espíritu Santo; "El que ama el peligro, en él perece (Ecle. 3, 27)." 

¡Oh mi Jesús adorado! SOLO A TI, el más hermoso de los hijos de los hombres, quiero amar. A ti solo quiero agradar. Atrae, pues, a ti todos mis pensamientos, deseos y afectos, ya que eres en el cielo la alegría de los ángeles y las delicias de los santos.


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