CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

 JESÚS, ROCÍO  Y FLOR

"¡Oh cielos !, exclama la Iglesia con Isaías derramad desde arriba vuestro rocío  y lluevan las nubes al Justo!" La Iglesia compara al Verbo encarnado con el ROCÍO de la noche, 1º porque éste cae durante el silencio y la oscuridad de la noche, RECORDÁNDONOS, por tanto, al Hijo Único de Dios, que quiso nacer en un establo cuando las tinieblas y tranquilidad nocturnas le rodeaban; 2º porque, suave y FECUNDO, el rocío cae del cielo para refrescar la tierra y cual jugo bienhechor se derrama sobre las simientes, las plantas y las flores, alimentándolas, fertilizándolas, vivificándolas. Lo mismo acontece con el divino Salvador, que desciende a la tierra árida y estéril, en la que la gracia, los dones y las virtudes celestiales no pudieron arraigar, y viene para fertilizarla, comunicarle savia nueva e infundirle nueva vida; 3º porque así como el MANÁ caía del cielo en el desierto, bajo la apariencia de rocío, para alimentar al pueblo de Israel, también Jesús, al nacer, quiso convertirse en nuestro alimento por su doctrina, ejemplos y, sobre todo, por la Eucaristía. ¡Cuántos millones de almas, gracias a este alimento divino, llegan a la perfección de las virtudes y a recoger abundantes y sazonados frutos para la vida eterna! Estos misterios debieran encender nuestros deseos al acercarse aquél que ha de venir cual rocío celestial para fecundar los corazones.

¡Oh campo de Belén, prepárate! Vas a recibir en tus surcos este rocío divino. Y tú, Virgen purísima, Nube resplandeciente, Cielo empíreo, lluévenos al Justo que tantas generaciones, desde tantos siglos, esperan. NUESTRA ALMA se ha secado al soplo ardiente del mundo disipador, de los negocios que distraen, de los deseos que inquietan, de los afectos que nos roban el corazón y de las pasiones que nos empujan a pecar. ¿Cómo podríamos sin Jesús apagar el fuego de la concupiscencia y recibir la suave unción de la gracia, sin la cual la meditación es árida, la oración distraída, la Comunión fría y la Misa aburrida? ¡Oh Jesús, Rocío divino!, desciende al alma, que tu contacto devuelva la vida a cuanto en mi languidece; que mi corazón se ablande y que puedas tú moldearlo a tu gusto. Infúndeme las virtudes de que es símbolo el rocío: 1º amor al silencio y a la vida oscura y escondida; 2º espíritu de oración que me atraiga las divinas gracias y, empapando el corazón, lo haga fecundo en frutos de salvación; 3º devoción a la Eucaristía, Maná celestial que alimenta a las almas en el desierto de la vida.

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