LA ABNEGACIÓN ES MEDIO DE PERTENECER A DIOS POR ENTERO

Antes del pecado éramos rectos, amábamos a Dios por encima de todas las cosas y amábamos todas las cosas con el único fin de agradarle. Desde la caída del hombre obramos precisamente de modo contrario: nos ponemos en lugar de Dios y amamos en nosotros todo lo depravado, es decir, las malas inclinaciones. Esto es lo que llamamos AMOR PROPIO,  o amor desordenado a nosotros mismos, que nos lleva a satisfacer los apetitos y a procurarnos gusto en todo. "Se levantaron hombres amadores de sí mismos, dice San Pablo, codiciosos, altaneros, soberbios, blasfemos, desobedientes a sus padres, ingratos, facinerosos, desnaturalizados, implacables, calumniadores, disolutos, fieros, inhumanos, traidores, protervos, hinchados y más amadores de deleites que de Dios (2Tim. 3, 2--4)."

El amor propio engendra en nosotros apego a la PROPIA VOLUNTAD, a esta voluntad que, como dice San Bernardo, no es la de Dios ni la de los demás, sino la nuestra, que solo va buscando su interés, y a la que se refiere en estos términos: "¿No es ella esa bestia cruel, esa loba carnicera, esa furiosa leona que se sustrae a la voluntad del Creador, le declara la guerra, le arrebata lo que le pertenece y aun intenta destruirle? ¿No es esa lepra inmunda que Dios detesta, a causa de la cual creó el infierno? Pues de no haber voluntad propia, no habría ni pecado ni infierno." El expresivo lenguaje del santo Doctor debiera estimularnos a mortificar nuestra depravada voluntad.

El APEGO A LOS OBJETOS agradables es con frecuencia causa de que seamos tan poco dúctiles y dóciles a la voluntad de Dios. A veces tenemos afición excesiva a un trabajo, a un empleo o a un descanso del cual nos mandan privarnos, y allí de nuestras luchas por romper las trabas que nos atan! Si el amor de Dios y su gracia reinase únicamente en nosotros, con qué facilidad nos prestaríamos a cuanto nos pidieran.

¡Oh Jesús mío! Te ruego me hagas conocer las excelencias infinitas de tu GLORIA, de tu AMISTAD y de tu DIVINA VOLUNTAD para que ponga en ellas mi corazón por entero. Entonces solo buscaré en este mundo la felicidad de glorificarte, de amarte y de servirte, sin tener para nada en cuenta mis ideas, gustos o aversiones. Por intercesión de la Virgen, siempre fiel, dame fuerzas para sacrificar toda SATISFACCIÓN, toda VOLUNTAD PROPIA y todo APEGO, cuando se trate de tu honor, de tu gracia y de tus preceptos.

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