SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

 JUAN BAUTISTA PREPARA EL CAMINO DEL MESÍAS

Juan envió sus discípulos a Jesús para que le preguntasen si él era el Mesías. Por respuesta, el divino Salvador les dijo que contasen a su maestro los milagros que realizaba en favor de la humanidad doliente y cómo los pobres eran ya evangelizados. Fue como decir que el Verbo eterno se había encarnado para hacernos sentir los efectos de su caridad divina y para demostrarnos cuánto ama a los pequeños y a los HUMILDES.

Luego aseguró el Redentor que Juan estaba animado de su espíritu. En efecto, el santo Precursor, inflamado de ardiente celo y caridad, se levantó contra el vicio del ORGULLO, tan opuesto a nuestro bien y a la humildad del Verbo encarnado. "Preparad los caminos del Señor, enderezad sus sendas, clamaba su voz en el desierto; todo valle será terraplenado, todo monte y cerro allanado, y así los caminos torcidos serán enderezados y los escabrosos igualados (Luc. 3, 4-6)." Porque él es Dios y se anonada entre nosotros por el más inefable de los prodigios, por el prodigio de la Encarnación; pronto el Mesías os dirá que aprendáis de él "a ser mansos y humildes de corazón." Y Juan de esta manera iba preparando los caminos a Jesús; combatía contra el orgullo y ensalzaba la humildad. También nosotros hemos de disponernos a su llegada, reprimiendo nuestra presunción y sujetándonos plenamente a su yugo, tan suave y tan ligero para las almas humildes y sumisas.

El Salvador dijo también, refiriéndose al Bautista, que casi no comía ni bebía (Mat. 11, 18)"; que, por tanto no era hombre sensual como los que abundan en los palacios de los príncipes, sino un profeta y un ángel, que exhortaba a los demás a que hicieran PENITENCIA, predicándola con el ejemplo, puesto que su vida era vida de rigores y austeridades. "Enderezad los caminos torcidos" de los vicios, "allanad las sendas escabrosas" de los defectos, el verdadero arrepentimiento surtirá en vosotros todos estos efectos, "para que vean todos los hombres la salvación enviada por Dios". (Luc. 3, 6).

De esta manera habló San Juan Bautista, cumpliendo la misión como Precursor del Mesías. Predicaba HUMILDAD y PENITENCIA, y predicaba con acentos que brotaban de alma verdaderamente convencida, que no conoce solo de lejos las virtudes que encomia, sino muy de cerca, puesto que largamente ha meditado sobre ellas, y, sobre todo, las ha practicado en toda ocasión. -He aquí cómo hemos de cumplir siempre la misión que todos, más o menos, tenemos de enseñar a los demás. No nos contentemos con exponer doctrinas: prediquemos con el ejemplo. Las palabras conmueven, mas los ejemplos arrastran. Además, la humildad y la penitencia son virtudes en todo tiempo necesarias. Pidámoslas con frecuencia al Señor y empecemos a ponerlas en práctica.

¡Oh Dios mío! Infúndeme nuevos sentimientos que me hagan DESCONFIAR de mí  mismo, ARREPENTIRME de las faltas y servirte durante toda mi vida con rectitud y sencillez, como tiene que servirte todo discípulo de la VERDAD encarnada.

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