TERCER DOMINGO DE ADVIENTO

 SENTIMIENTOS PARA NAVIDAD

¡Qué sentimientos de alegría infunde a los prisioneros el pensamiento de la próxima LIBERTAD! Hacía muchos siglos que el género humano estaba hundido en la idolatría y cargado con las vergonzosas cadenas del pecado. ¿Cuán natural es, por tanto, que se estremezca de gozo ante la llegada del Salvador! Por eso, la Iglesia, en el Introito y en la Epístola de la Misa, dice a todos: "Hermanos, alegraos siempre en el Señor; otra vez os digo, alegraos."

La fe y la confianza se unen para llenarnos de esta alegría. La FE nos dice que el que va a venir no es hombre débil y mortal, sino Dios, Dios todopoderoso y eterno, señor y dueño de todas las grandezas y riquezas, y, por tanto, capaz de levantarnos, restaurarnos y hacernos felices. La ESPERANZA, iluminada por la fe nos asegura que descenderá hasta nosotros, que nacerá como tierno niño, y se hará como uno de nosotros; que tomará sobre sí todas las miserias, pecados y castigos por ellos merecidos;  que nos comunicará sus bienes, sanará las almas, las santificará, como identificándose con ellas, para que puedan compartir un día su herencia celestial. ¿Cómo no estremecernos de alegría ante tales perspectivas?

Desde hacía mucho tiempo el mundo ansiaba la PAZ, y he aquí que la paz llega. El pecado lo había dividido todo y la gracia todo va a unirlo. El advenimiento del Salvador, al nacer, no infunde ningún sentimiento de temor, como habrá de infundirnos su venida en el último día. En esta venida del Señor solo se respira AMOR, bondad y benevolencia. Un Dios viene a nosotros, pero con todos los encantos de un niño. No viene para juzgar y castigar, sino para iluminar, perdonar, sanar, aliviar y salvar. Regocijémonos, pues, con el pensamiento de que pronto va a nacer, para vencer a la muerte, la muerte eterna; que va a rebajarse y anonadarse para hacernos participar de sus grandezas; a revestirse de la humana naturaleza para comunicarnos la naturaleza divina; a hacerse Hijo del hombre para elevarnos a la dignidad de hijos de Dios.

¡Oh Amor infinito! ¡Te bendigo de todo corazón! Abriste los tesoros de tu misericordia y me animas a enriquecerme de ellos ORANDO con confianza y perseverancia. Concédeme la gracia de corresponder a tus deseos, pidiéndote con frecuencia aumento de FE, ESPERANZA, PAZ Y AMOR, para que mi gozo sea perfecto; sobre todo ahora, que pronto vas a nacer entre nosotros.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)