13 DE ENERO

 EL BAUTISMO NOS UNE A JESÚS

El pecado nos había arrebatado la vestidura DE LA GRACIA, lo mismo que las virtudes y los dones sobrenaturales que la adornaban. Pero con el bautismo esta gracia nos ha sido restituida, y con ella la vida, las inclinaciones y las disposiciones del Salvador. Por eso pudo decir el Apóstol: "Vosotros todos, que habéis sido bautizados en Cristo, estáis revestidos de Jesucristo."

Estas palabras nos enseñan que, por los méritos del Redentor, con el bautismo hemos adquirido los más preciosos tesoros: 1º nos ha inoculado el horror al mal y el amor al bien; 2º nos ha dotado de fe, de esperanza, de caridad y de otras virtudes sobrenaturales que uniéndonos a Jesús, nos hacen semejantes a él; 3º los dones del Espíritu Santo, cuya plenitud posee el divino Salvador, nos han sido concedidos también; 4º nos eleva hasta la misma filiación del Unigénito de Dios hasta el extremo de hacernos participes de su Espíritu y, por analogía, de su misma naturaleza divina. ¡Oh misterio verdaderamente inefable y conmovedor!

Como la gota de agua mezclada al vino se pierde y toma sabor y color de vino, como el hierro ardiente pierde su forma primitiva y se asimila al fuego, como el ambiente penetrado de los rayos del sol resplandece y nos los transmite con un fulgor semejante al del astro del día, de igual manera, dice San Cipriano, las almas unidas a Jesús por la gracia bautismal se revisten de él, son vivificadas por él y se hacen, por decirlo así, UNA MISMA COSA con él.

¡Oh maravilla sin igual! La criatura se reviste de su Creador, la ignorancia es alumbrada por la Sabiduría increada, la debilidad y la nada participan del poder infinito del Verbo encarnado. ¡Oh cuánto tenemos que amar a Jesús por todos los privilegios y grandezas que nos ha otorgado!

Examinémonos y veamos si estamos siempre unidos a Jesús, si nunca le contristamos por nuestras faltas, negligencias, tibiezas e infidelidades. Cuidemos que la disipación, el aturdimiento y la falta de espíritu en la oración no nos hagan obrar según la naturaleza, el gusto, el capricho, en vez de obrar según los principios de la fe y el influjo de la gracia y la santidad.

¡Oh Jesús, haz que muera en mi todo lo que a ti te disgusta, para que, al revestirme de los sentimientos que te animan, pueda cumplir las promesas que te hice en mi bautismo: de ABORRECER lo que tú aborreces y AMAR lo que tú amas!

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