18 DE ENERO

 

EL MILAGRO DE LAS BODAS DE CANÁ

1.    “Jesús dijo a los servidores: Llenad las vasijas de agua, y las llenaron hasta los bordes.” Jesús había resuelto conceder el milagro que deseaba su Madre, pero con la cooperación de los que habían de aprovecharse de él. Consiente en llenarte de gracias, pero debes preparar el alma para recibirlas. Las vasijas destinadas a contener el vino milagroso, servían “para las purificaciones de los judíos”, para enseñarte que las potencias de tu alma y los sentidos de tu cuerpo, sobre los que en el bautismo ha sido derramada la virtud de la sangre divina, deben ser purificados por las aguas de la penitencia.

Si tu corazón no está vacío de las cosas de la tierra, Jesús encontrará poco sitio para echar en él el vino de la consolación. No te quejes de tu aridez en la oración y después de la Comunión, tal vez no habrías llenado tu corazón con el agua de la compunción. En fin, según el consejo de tu cariñosa Madre, “haz todo lo que Jesús te diga”, aun cuando te ordenase cosas repulsivas a la naturaleza, o cuya utilidad no comprendieras. Por tu docilidad, hazte agradable a su Corazón y digno de obtener los más dulces favores.

2.      “Jesús añadió: sacad ahora y llevadlo al maestresala”, quien, no sabiendo de dónde procedía ese vino, se extrañó que, contra lo que se usaba, hubiesen reservado el mejor para lo último. Los placeres que presenta el mundo pueden ser causa por un momento de embriaguez, la cual se disipa muy pronto, para dar lugar a amargos remordimientos. No te expongas a conocerlos. Deja al mundo antes que él te abandone. Trueca tus costumbres sensuales en resoluciones generosas. Pero tú solo no puedes operar esta transformación o reforma; válete con confianza del influjo de María con su divino Hijo, para quien sus menores deseos son una ley… Déjala dueña de solicitar para ti cerca de su divino Hijo lo que crea más útil para tu salvación… Dale gracias, sea que te obtenga el vino de la fortaleza y del consuelo, o bien que para hacerte más humilde Jesús difiera el concedértelo hasta la hora determinada por su misericordia. Los discípulos creyeron en Jesús después de este milagro, capaz de admirar sus entendimientos todavía sin cultivo. Todos los esfuerzos de María se dirigen a adelantar la obra de nuestra salvación y a que amemos más perfectamente a su divino Hijo.

3.    En cambio de un poco de vino que aquellos esposos ofrecieron a Jesús, les devuelve mil veces más de lo que de ellos ha recibido. Su liberalidad no es menos grande para contigo: promete el cielo por un vaso de agua dado a un indigente en su nombre, y Él mismo se da como en garantía de la fidelidad de sus promesas. ¡Ah! ¿Puedes dejar de tener fe y confianza en Jesús que renueva todos los días ante tus ojos el último prodigio de su vida, por el cual cambió el vino en su sangre adorable, y transmitió a los hombres el poder de perpetuarlo? Para verificar este prodigio, no espera siquiera nuestro ruego, como en su primer milagro esperó el de su Madre; bastan unas cuantas palabras que un sacerdote pronuncia en su nombre. Mil veces cada día, sobre todos los altares del mundo, ofrece Jesús su sangre para bebida o para remedio de nuestros males. La sangre de Jesús posee toda virtud. Después de la Comunión, pide a Nuestro Señor cambie tu corazón miserable, haciéndole puro, humilde y fervoroso. Ruega a María que muestre que es tu Madre librándote de la tibieza y encendiendo en tu corazón el fuego del amor divino, y anticipándote por sus ruegos los auxilios que esperes del cielo.

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