21 DE ENERO

 VIRGINIDAD DE SANTA INÉS

¿Quién no se admiraría al ver a esta jovencita, casi una niña, pues solo contaba trece años, perdidamente ENAMORADA del Esposo de las vírgenes, y por tanto llena de amor hacia la virginidad? "Retírate, exclamaba dirigiéndose a un infame seductor, retírate, tizón del infierno, que estás destinado a servir de pasto a la muerte; no te jactes de que tendrás poder para hacerme renegar de mi Esposo, entre todos sin igual: hijo de Dios y Virgen su Madre. LA HERMOSURA de mi Esposo es tan grande, que sobrepasa en esplendor a la claridad del sol, y los mismos cielos están prendados de ella. Su SABIDURÍA me ha cautivado de forma que no puedo pensar más que en él, y aunque yo te aborrezca me satisface podértelo decir."

"¿Y cuál no es la cuantía de sus riquezas?... Me ha dado un tesoro de mucho más valor que todo el imperio romano, y a todos sus servidores los colma de bienes inefables. No sé qué podría decirte de su BONDAD, que sobrepasa toda medida. Me ha sellado con su sangre, y me ha prometido no abandonarme jamás, puesto que soy su Esposa. Me ha adornado con vestiduras espléndidas y joyas de subido precio. Su inmenso PODER no tiene obstáculos, ni las fuerzas del cielo, ni las fuerzas de la tierra podrían jamás vencerlo. El perfume que exhala basta para sanar al enfermo, y a su sola voz resucitan los muertos."

"¿Cómo podría yo dejar de ser enteramente suya? Le amo más que a mi alma y mi propia vida, y me sentiría dichosa si pudiera morir por él. Soy casta al amarle, soy más pura al acercarme a él y son sus abrazos los que hacen sea inviolable mi virginidad. Ni promesas, ni amenazas lograrán jamás alejarme de su amor."

¡Qué noble, qué emocionante discurso en labios de tan tierna doncella! ¡Cierto, sus palabras son capaces de inflamarnos de amor hacia este Dios Salvador, compendio de todas las perfecciones humanas y divinas!- Si le amásemos como Santa Inés, seriamos como ella y: 1º estimaríamos, sobre todas las cosas, la pureza de cuerpo y alma y el candor y belleza sin igual de la inocencia; 2º las azucenas de la castidad serían el objeto de nuestra predilección y las cultivaríamos en nuestro espíritu, en nuestro corazón y en todos nuestros sentidos.

¡Oh Jesús!, aleja por siempre de mí toda mancha vergonzosa que obcecándome la inteligencia y depravándome la voluntad, me lleve a la perdición eterna, adonde fueron precipitados tantos desgraciados cristianos que sacrificaron a un placer brutal su alma, su Dios y su eternidad. Concédeme el don preciosísimo de tu amor, que eleva los pensamientos, purifica los afectos y apaga el fuego de los malos deseos.

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