23 DE ENERO

 DESPOSORIOS DE LA VIRGEN CON SAN JOSÉ 

El matrimonio de estos esposos tuvo por carácter principal la santidad. Fue, al decir de Gersón, la fusión de dos virginidades: la virginidad de María fue confiada a José, y la virginidad de José fue confiada a María. Escogido y santificado desde antes de su nacimiento, José fue el guardián de la pureza virginal de la reina de los ángeles, la más perfecta que jamás pudo existir sobre la tierra. Para ello tuvo que recibir un sinnúmero de gracias. Dios, sin duda, le adornó de todas las cualidades y virtudes capaces de hacerle digno de tan altísimo empleo. José fue un ángel dentro de un cuerpo mortal, dice Cornelio a Lápide. Su unión con María sirvió para añadir nuevo esplendor a su virginidad. ¡Oh misterio inefable que el mundo no es digno de comprender!

"La Virgen inmaculada, según San Ambrosio, tenía el privilegio de hacer puras las almas de cuantos la miraban." "Sus ojos, asegura Gersón, destilaban un rocío virginal", que apagaba en los corazones el fuego de los malos deseos. Se puede, por tanto, afirmar, que la virginidad fue el único lazo conyugal que unía a María con su castísimo esposo José. Semejantes a los dos querubines del Arca de la Alianza, fueron escogidos por la divina providencia para juntos proteger la humanidad santísima del Verbo encarnado. ¡Prerrogativa dulce! ¡Vocación sublime!

También estamos nosotros obligados a guardar pura y SIN MANCHA la blanca vestidura de la inocencia que recibimos de Dios el día del bautismo. Si somos sacerdotes y religiosos, nuestras obligaciones son aún más sagradas. ¿Por qué a veces descuidamos los medios que debiéramos emplear para conservar la pureza? Damos libertad a las miradas, gustos al paladar, buscamos comodidades, tememos la fatiga y huimos la mortificación. Si a veces somos tentados, en lugar de absorbernos en el trabajo y recurrir a la oración, nos quedamos ociosos y razonamos con la tentación. ¿Es éste el modo de tender a la perfecta castidad, tan necesaria para la propia santificación? ¿No nos exponemos, por el contrario, a perder la gracia de Dios y a perecer miserablemente? ¡Oh Jesús mío!, de hoy en adelante quiero ser más VIGILANTE, más MORTIFICADO, más atento a INVOCARTE en todos mis combates y a evitar todos los peligros. Dame la convicción que tenían los santos, de que al tratarse de este punto tan importante y delicado nunca se excede uno en precauciones.

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