4 DE ENERO

 EFECTOS SALUDABLES QUE OBRA EL NACIMIENTO DEL SALVADOR

El primer don que nos trae al nacer el Verbo encarnado, es el don de la FE. ¿Y quién sería capaz de hacernos entender el precio infinito de este don? ¿No es acaso la Fe, quien nos revela los misterios de la otra vida? Es como un destello de la divina Sabiduría que ilumina nuestro entendimiento y lo eleva por encima de todo lo creado. ¡Qué distancias tan inmensas nos hace salvar, cuando nos transporta de la tierra al cielo, de la criatura al Creador, del orden natural al orden de la gracia, y del tiempo pasajero a la eternidad sin fin!

¿Qué es en si ESTA GRACIA que Jesús nos otorga con la Fe? ¿Cuáles son sus efectos? es más preciosa que miles de mundos colmados de tesoros. Es, dice Santo Tomás, como un nuevo ser sobrenatural que, en contacto con nuestra alma, nos eleva por encima de toda la naturaleza creada y nos hace semejantes a la Divinidad. Prodigio incomparable, que nos hace participar, por semejanza, de la Santidad esencial del Verbo divino, ser así hijos adoptivos del Padre celestial y coherederos de Cristo. ¿Cómo podríamos agradecer dignamente al Niño de Belén semejante privilegio? Ya que este privilegio diviniza nuestros pensamientos, palabras, acciones y sufrimientos, convirtiéndolos en méritos para la vida eterna. Para que no perdamos tan grandes tesoros, el Verbo encarnado funda su Iglesia; que puede decirse tuvo la cuna en el Portal de Belén. María y José, los Pastores y los Reyes Magos fueron sus primeros fieles, unos como representantes de la nación judía y otros como representantes de la gentilidad. Jesús, que es su Jefe, fundará definitivamente esta Iglesia el día de Pentecostés, y le confiará la misión de conservarnos la Fe, la gracia y todas las espirituales riquezas que de ella manan. Beneficio nuevo, inapreciable como los anteriores y que debiera estimularnos a merecerlos más cada día. Para ello hagamos los siguientes propósitos: 1º someternos sin reservas a la doctrina de la Iglesia y de sus ministros, inspirados por Jesucristo; 2º disponernos a recibir los sacramentos de Penitencia y Eucaristía, llenos de respeto, confianza y amor.

Tomemos la resolución de llevar a la práctica estos dos esenciales propósitos.

¡Amable Niño Jesús!, da a mi alma la humilde obediencia necesaria para que la FE VIVA, sencilla y práctica anime todos mis sentimientos y conducta, que el hábito de la oración y el uso más frecuente posible de los sacramentos alimenten, fortifiquen y aumenten diariamente a mi la vida de la gracia, vida divina, la misma que tú gozas desde el principio de la eternidad, con el Padre y el Espíritu Santo en la Unidad de la misma naturaleza y en la Trinidad de las personas.

¡Oh prerrogativa sublime! ¡Oh inefable beneficio de que algún día tendré yo que rendir cuentas!

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