5 DE ENERO

VIGILIA DE LA EPIFANÍA

En esta fiesta celebra principalmente la Iglesia la adoración de los Magos. Eran sabios del Oriente y reyes o príncipes de sus países respectivos. Eran descendientes de Abrahan y, aunque vivían entre gentiles, esperaban la llegada del Mesías prometido. Estudiando los astros, descubrieron un nuevo meteoro en forma de estrella, por lo que comprendieron se había cumplido la profecía de Balaam, al ver en ella la "estrella de Jacob", que anunciaba el nacimiento del que llama la Escritura: Deseado de las naciones, Liberador de Israel (Núm. 22, 25). Alumbrados por la luz de su fe, se pusieron inmediatamente en camino, en BUSCA del recién nacido. ¡Qué admirable FIDELIDAD a la divina gracia, y cuánta PRONTITUD en cumplir sus mandatos!

La estrella les fue precediendo durante la ruta, hasta que llegaron a las puertas de Jerusalén; entonces desapareció como para invitarles a que penetraran en la ciudad. De nuevo tuvieron que ejercitar su FE y CONFIANZA en Dios, al verse privados de la luz sensible que les iba guiando. Al perder la divina orientación, consultaron con los doctores de la ley, para que ellos, ateniéndose a los antiguos oráculos, les indicasen dónde debía nacer el Redentor. Después de este acto de HUMILDAD y SUMISIÓN los piadosos Reyes salieron de la ciudad, vislumbrando de nuevo la estrella milagrosa que les condujo a Belén.

¡Oh preciosos efectos de la dirección espiritual que habrá de conducirnos directamente a Jesús! ¡Qué felicidad tan inmensa la de los Santos Reyes: encontrar al Niño que  buscaban, adorarle y, prosternados a sus pies, según  las costumbres orientales, ofrecerle sus presentes como a natural Señor! ¡Oh providencia inefable!, estos regalos fueron precisamente oro, mirra e incienso, símbolos de la realeza, la humanidad y la divinidad de Jesús.

Veamos primero en este misterio cuán dócilmente creyeron los Magos al signo del gran Rey, es decir, a la estrella y a la interior inspiración, que los invitaba a seguirla. Veamos luego la sabiduría de su conducta, al someter sus dudas a los doctores de la ley y las buenas disposiciones de sus almas, adorando al niño Dios y ofreciéndole presentes dignos de su piedad y amor.

¡Oh Jesús, autor de todo bien!, dame, te suplico, el fervor de estos Santos Reyes y los nobles sentimientos de sus corazones. Haz que, como ellos al acercarse a ti, yo te reciba en la Comunión animado de fe vivísima y profundo respeto. Hazme conocer tus grandezas infinitas y todas tus amabilidades para conmigo y llena de este modo mi corazón en dulces AFECTOS. Sobre todo te pido me alcances, Jesús mío, fidelidad para obedecer siempre a los mandatos de la gracia y dejarme dócilmente conducir por aquellos que me dirigen en tu nombre.

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