10 DE FEBRERO

 EL PODER DE LA ORACIÓN

El ruego tiene en sí tal fuerza, que calma y tranquiliza a los espíritus más adustos; ¡Cuánto más fuerza tendrá si se dirige a un corazón tierno y compasivo! Luego, siendo como es EL CORAZÓN DE DIOS por naturaleza la misma bondad y misericordia, siempre se encuentra dispuesto a perdonar, a obrar el bien, a derramarse y a otorgar ampliamente sus beneficios a todas las criaturas "Dios es caridad (1 Juan 4, 8)", dice San Juan, y precisamente la caridad consiste en amar y en testimoniar con obras este amor.
Uno de los más grandes beneficios que Dios ha querido concedernos es habernos entregado la llave de sus TESOROS, al decirnos: "Por tanto, os aseguro, que todas cuantas cosas pidiereis en la oración, tened viva fe de conseguirlas y se os concederán sin falta (Mc.11, 24)." Y: "En verdad, en verdad os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre os lo concederá (Jn. 16, 23)." Jamás hubo rey, por poderoso que fuera, ni padre tan amoroso, que hicieran semejantes promesas a sus súbditos o hijos.
En virtud de las promesas que el Señor ha querido hacernos, promesas hechas por aquel que es la Verdad misma, nuestra oración participa DEL PODER inmenso de Dios. Y como Jesús no puede faltar a su palabra divina, así también es imposible que la oración carezca de fuerza, aun cuando la pronunciaran los labios del pecador más empedernido, siempre que orara con confianza. Por eso pudo decir San Alfonso María de Ligorio "que tan cierto es que aquel que reza se salva, como que aquel que no reza se condena; todos los que se salvaron lo consiguieron por la oración, y los que se condenaron fueron precipitados en el infierno por no haber querido orar, siendo éste el mayor motivo de su desesperación.
Y nosotros, que creemos estas verdades, ¿demostramos de un modo práctico nuestra fe? ¿Tenemos CONFIANZA en la oración, recurrimos a ella con frecuencia, mañana y tarde, antes y después de nuestras ocupaciones, durante ellas, en casa y fuera, en fin, en todo tiempo y lugar? ¡Dios mío!, si tuviera la buena COSTUMBRE de invocarte a menudo para corregirme de mis defectos, ¡cómo me habría ya enmendado de ellos y cuanto menos imperfecto sería, pues no estaría tan aferrado como estoy a mis ideas y caprichos, ni tan pronto a impacientarme y desobedecer! Concédeme, te ruego, verdadero ESPÍRITU de ORACIÓN, y haz que comprenda estas palabras de Santa Catalina de Sena: "La oración es campo fértil y rico en pastos, en que encuentran alimento, desarrollo y vigor todas las virtudes, especialmente las virtudes de fe, esperanza y amor."

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