9 DE FEBRERO

 LA PASIÓN DEL SEÑOR

Nada más consolador para un pobre desterrado, que vive separado de los que ama, que contemplar los retratos de los seres queridos y recordar cuántos beneficios le hicieron. Por eso, en medio de las tristezas de la vida, es para nosotros el mejor de los lenitivos el considerar la imagen de nuestro dulce Salvador crucificado y traer a nuestra imaginación el recuerdo de los bienes inmensos de los que ha querido colmarnos. -Desde el momento de su conversión, Santa Margarita de Cortona no tuvo más CONSUELO que éste y así animada, perseveró en la vida de austerísima penitencia que había abrazado. Todos los viernes redoblaba los rigores con que afligía su cuerpo. Hubiera querido sufrir tanto como sufrió su divino Redentor, pues el meditar en los tormentos de Jesús le movía a deshacerse por él, llena de generosidad. -También en nosotros la vista del Crucifijo debía encender deseos de mortificación, porque es conveniente que después de haber contribuido por nuestras culpas a la Pasión del Señor, aprendamos a morir a nosotros mismos y a todas las satisfacciones de los sentidos y del amor propio.

Según Santo Tomás de Aquino, el recuerdo de la Pasión de Jesús nos ayuda a no caer de nuevo en el pecado y nos defiende de las TENTACIONES. Nada hay, en efecto, que pueda tranquilizarnos tanto como considerar a Jesús crucificado, siempre que nos veamos acosados por el mundo, el infierno o nuestras malas pasiones. El Crucifijo es la imagen de aquél que salió vencedor de las tres concupiscencias, y cuando fijamos en él nuestra mirada parece como si se amortiguaran en nosotros los sentimientos de orgullo, la pasión de las riquezas y los funestos ardores de los malos deseos.

Y ¡qué grande es la fuerza que Cristo crucificado nos infunde en medio de las tribulaciones! Los mártires, entre crueles tormentos, se sentían aliviados al pensar en los que el Señor padeció. "¡cómo!, se decían, Dios sufrió horribles suplicios para abrirnos la puertas del cielo, ¿y nosotros pretenderemos entrar en él sin haber participado de sus dolores? Él era inocente, nosotros culpables; él nuestro Creador, y nosotros viles y despreciables criaturas." -Pensamientos por este estilo, unidos a la oración, son capaces de hacernos abrazar con amor todas las penas y amarguras de la vida. De las llagas de Jesús se derrama un bálsamo suavísimo que dulcifica las penas, calma las angustias y nos hace recibir sin quejas las tribulaciones que Dios quiera enviarnos.

¡Oh Jesús mío!, cuando considero tus padecimientos comprendo el valor que tienen la MORTIFICACIÓN, los COMBATES y las pruebas de la vida. Si soportara bien los trabajos, podría participar ampliamente de todos los beneficios de la Redención. La Cruz sería para mí manantial de gracias, pan espiritual que fortificaría mi alma, haciéndome vencer a todos mis enemigos. ¡Oh Cruz amada! ¡Oh Cruz santísima! Sé tú, con Jesús, mi único consuelo y toda mi fuerza. Que en ti encuentre el valor de los penitentes, la energía victoriosa de las vírgenes y la constancia inquebrantable de los mártires. 

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