DOMINGO DE QUINCUAGÉSIMA

 LAS PENAS DE JESÚS

"Ya veis que subimos a Jerusalén, dijo el Salvador a sus discípulos en el Evangelio de hoy, y el Hijo de Hombre será estregado a los gentiles, escarnecido, azotado y escupido, y después de haber sido azotado, le darán muerte (Lc. 18, 31-33)." Vivimos unos días de desorden, en que sin cesar se renueva la pasión del Señor, porque, según el Apóstol, al ofender a Dios mortalmente, "CRUCIFICAMOS DE NUEVO en nosotros al Hijo Unigénito del Padre eterno y le exponemos al escarnio (Hbr. 6, 6)"; arrastrándolo a nuestros pies (Hebr.10, 29). ¡Qué horrible atentado! ¡Qué ingratitud tan negra!

¡Qué crueles fueron las angustias que Jesús padeció en el Huerto de los Olivos! Veía todas aquellas almas que él había redimido, incluso los cristianos regenerados por el bautismo y colmados con sus favores, ultrajar su divinidad, despreciar su poder y su justicia, desdeñar su sabiduría y santidad infinitas, destruyendo en sí mismos, en lo que cabe, sus adorables perfecciones en ellos reflejadas. Veía que llegaban en su audacia hasta a desafiar a su sacratísima Persona en el sacramento del altar, arrancándola de los tabernáculos; tirando al suelo, al agua y al fuego las hostias consagradas; llegando en su vesania a rendir con ellas homenaje al demonio. ¡Crímenes detestables! ¡Enormes sacrilegios, capaces de hacernos estremecer de horror! El alma de Jesús se entristeció hasta la muerte. ¡Todo le parecía poco para borrar aquellos crímenes!

¡Oh Jesús mío, estoy oyendo tus quejas! "Me he convertido, dices, en un gusano; soy el oprobio de los hombres y el desecho de la plebe (Salmo 21, 7)." Me he disuelto como el agua, y todos mis huesos se han desencajado. Mi corazón está como una cera, derritiéndose dentro de mis entrañas (Salmo 21, 15)", tan grande y tan profunda es mi aflicción.

¿Quién podrá, Señor, permanecer insensible oyendo tus justas lamentaciones, y quién no cuidará de reparar los ultrajes y las irreverencias de que eres objeto en la adorable Eucaristía? Para conseguirlo, me propongo: 1º unirme en estos días licenciosos a los ángeles y a las almas fieles que ante los santuarios del mundo católico hacen actos de amor y reparación; 2º examinar en tu divina presencia si la fe, la piedad, el recogimiento, la devoción con que te recibo cuando tengo la dicha de comulgar, o con que asisto al santo sacrificio de la Misa, son los sentimientos fervorosos y acrisolados que tú querrías ver en mi alma; 3º mostrarme cada vez más respetuoso en las iglesias y cada día más asiduo en visitarte, adorándote y amándote con todo mi corazón.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)