DOMINGO DE SEXAGÉSIMA

 LA PALABRA DE DIOS

El Señor, en el evangelio de hoy, nos señala los obstáculos que halla la palabra divina para germinar en el alma. "Una parte del grano, dijo Jesús, cayó a lo largo del camino, donde fue pisoteada, y la comieron las aves del cielo (Luc. 8, 5-12)." Aquí el divino Maestro nos enseña con cuánta facilidad puede el demonio arrebatar a los ESPÍRITU DISIPADOS, preocupados siempre de los rumores del mundo, la saludable impresión de algún sermón, de la lectura de algún libro espiritual; basta para ellos algún pensamiento profano, ajeno a la salvación. -Para evitar tan grave daño, es necesario tomar la costumbre de RECOGERSE interiormente y ponerse en guardia valientemente contra la disipación y las distracciones mundanas con que el enemigo procura arrebatarnos la vida interior.

Algunos hay, prosigue el Señor, que reciben con gusto y con gozo la palabra divina; pero esta palabra no echa en ellos raíces, y bien pronto se agosta al ser azotada por el viento abrasador de las penas o de la tentación. es porque esta simiente divina cayó en almas COBARDES E INFIELES, incapaces de realizar el más pequeño sacrificio, y pierden, por tanto, el fruto precioso de la palabra de Dios. Prevengámonos contra semejante desgracia, tomando la resolución de poner en práctica cuanto nos hayan aconsejado, para lo cual invoquemos el auxilio de Jesús y de María.

El Señor habló, por último, y de aquellos que reciben la semilla de la palabra divina entre espinas, es decir, entre las PREOCUPACIONES y los lazos del mundo, siendo sofocada por las solicitudes de la vida presente, que no la dejan fructificar y la ahogan entre afanes de riquezas y sed de placeres, nunca satisfecha -Pero ¡de qué manera tan distinta acontece con aquellos cuyos corazones están libres y desprendidos de los afectos mundanos! ¡Con qué santa avidez se alimentan del pan blanquísimo de la buena doctrina! ¡Con cuánta facilidad se adueñan de ella y la hacen fructificar! El alma, que no se preocupa de intereses materiales, de satisfacciones sensibles, de ser estimada y alabada por los demás, aprovecha de todas las ocasiones que se le presentan en lecturas y pláticas piadosas para unirse más y más a su amadísimo Señor.

¡Oh Jesús mío!, necesito para mi alma luz y alimento, es decir, necesito de tu cuerpo sacratísimo y de tu divina palabra. Hazme aprovechar de ambas cosas para que mi corazón pueda asemejarse al tuyo. Haz que para conseguir tan alto fin sepa RECOGERME profundamente, ser FIEL  a tu divina gracia y DESPRENDIDO enteramente de cuanto a ti no se refiera.

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