JUEVES DESPUÉS DE CENIZA

 LA HUMILDAD

EL PECADO ORIGINAL, al privarnos de la amistad de Dios, nos hizo hijos de ira, nos vendió al demonio, nos condenó a ser privados para siempre de la vista de Dios. -Nuestros PECADOS ACTUALES hubieran confirmado aún más esta terrible sentencia si, por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, no hubiésemos sido salvos. A esta gracia todo se lo debemos. Sin ella viviríamos en la ignorancia de las cosas divinas, tiranizados por las malas inclinaciones, bajo el imperio del cuerpo y de los sentidos. Impotentes para realizar el bien (ni siquiera capaces de un buen pensamiento), nos veríamos expuestos a muchas faltas y, a veces, a los más vergonzosos crímenes. ¿Hay nada más humillante?

Los favores celestiales que recibimos y las VIRTUDES que practicamos, lejos de dispensarnos de ser humildes, nos obligan a rebajarnos más todavía. Es posible que, con nuestro orgullo y nuestros pecados, parezcamos más despreciables a los ojos del Señor que otros menos favorecidos que nosotros, pero humildes de corazón. Aunque hubiésemos recibido más gracias que Luzbel, podríamos, al igual que él, convertirnos instantáneamente en réprobos. La abundancia de favores divinos y la cantidad de medios que, para obtener la salvación, nos han sido otorgados, son pruebas fehacientes de nuestra miseria extrema. Si aun después de haber recibido tantos socorros divinos no somos capaces de perfeccionarnos y seguimos llenos de vanidad, ¿Qué sería sí Dios nos concediera sus favores más medidos como a tantos otros? ¿No correríamos el peligro de ser unos grandes pecadores?

Después que el Espíritu Santo nos ha alumbrado con sus dones; después de tantas oraciones, misas y comuniones, apenas si sabemos estar recogidos y respetuosos ante el acatamiento de Dios, apenas dispuestos a obedecer en cuanto nos cuestan sus mandatos, apenas resignados cuando las cosas no suceden a medida de nuestros deseos. ¡Y aun pretendemos ensalzarnos, a pesar de los pocos progresos que hacemos en la virtud!

¡Dios mío! Al pensar en que, por mi cobardía, todas las misericordias que has usado conmigo pudieran resultar estériles y que en vez de alcanzar méritos por ellas podría haber merecido tu castigo, no puedo por menos de temblar. Por los méritos de Jesús y de María te suplico me alcances: 1º la gracia de hacer con frecuencia actos de fe sobre mi infinita pequeñez, ignorancia, impotencia para hacer el bien y mi propensión al mal; 2º la gracia de desconfiar siempre de mi  y buscar en ti, por la oración, mi único apoyo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)