SÁBADO DE LA PRIMERA SEMANA DE CUARESMA

 LA INMOLACIÓN DE JESÚS Y DE MARÍA

¿Qué piden de nosotros el divino Redentor y su Santísima Madre, en pago de su inmensa abnegación? Piden verdadero y eficaz agradecimiento, es decir, tal que aprovechemos los EJEMPLOS que nos han dado. Jesús desde la cruz implora perdón para sus enemigos y verdugos, llega hasta a excusarlos diciendo que no saben lo que hacen. Su divina Madre, en pie a su lado, participa de los mismos sentimientos. -¡Qué sublime lección! En ella se nos enseña a olvidar las injurias, las afrentas, los malos tratos, el desprecio que otros sienten por nosotros, y nos hace tratar con caridad a cuantos nos contradicen, contrarían o dañan en nuestra reputación.

¿No será justo que los sacrificios, tan generosamente aceptados por Jesús y por María, sean pagados, en lo posible, por nosotros? ¿Y de qué modo podríamos pagarlos sino renunciando a nosotros mismo, abnegándonos en bien del PRÓJIMO, sirviéndole como si sirviéramos al Señor y a su divina Madre? Estemos, pues, siempre dispuestos a tratar con benevolencia a nuestros semejantes, disimulando sus defectos, siendo afables con ellos y testimoniándoles nuestra estimación y a veces nuestro respeto, siempre dispuestos a favorecerlos y a prestarles nuestros servicios, como se los prestaríamos al mismo Jesús y a la Virgen María, que tantos bienes y gracias nos han dispensado.

Aun significaríamos mejor nuestra gratitud hacia el Redentor y su Madre, imitando su invencible CONSTANCIA. Jesús permaneció en la cruz a pesar de todos los tormentos que en ella padecía y aunque le desafiaban a bajar, haciendo un milagro y demostrando su poder, María al pie de la cruz estaba sumergida en un abismo de amargura, pero no abandonó el Calvario hasta que no vio concluirse la obra de la Redención, contribuyendo a ella por su presencia y su dolor. -¡Qué gran enseñanza para que perseveremos en nuestras devociones, a pesar de todas las dificultades! ¡Qué pronto nos cansamos de rezar, meditar, ejercer vigilancia sobre nosotros mismos y testimoniar nuestro amor hacia Jesús y María en cuanto se nos exige algún sacrificio o nos cuesta algún trabajo! ¡Cuántas almas empezaron con ardor su vida de piedad, después de convertidas a Dios, y luego se relajaron hasta el punto de cometer frecuentes faltas y caer en la tibieza! Al obrar así no cumplen con el agradecimiento debido a las dos excelsas Víctimas de nuestra salvación.

¡Oh Jesús! ¡Oh María!, ¿Qué podría yo hacer para corresponder a vuestro amor y agradeceros vuestra abnegación sin límites? Solo puedo ofreceros mi entendimiento y mi corazón. Mi entendimiento para recordar sin cesar vuestros dolores y vuestro amor mi corazón para consagrároslo sin reservas para que solo vosotros seáis el objeto único de todos mis afectos en vida y en muerte. -En pago de vuestra inefable caridad me propongo: 1º renunciar a todo rencor que pudiera sentir contra el prójimo; 2º rogaros y serviros fervorosa y fielmente durante mi peregrinación en esta vida y aun en medio de las pruebas y de las tribulaciones que el Señor se sirva enviarme.

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