LUNES DE PASIÓN

 EL ODIO AL PECADO

Si hubiésemos podido preguntar a los verdugos por qué crucificaban al Señor, ellos nos hubieran contestado que lo hacían por mandato de Pilatos; Pilatos, a su vez, hubiera hecho responsables de la muerte de Jesús a los Judíos; éstos acusarían de tal muerte a los principes de los Sacerdotes, y los príncipes de los Sacerdotes no podrían disculparse sino echando la culpa a Satanás. Pero no fueron ni Satanás, ni los Judíos, ni Pilatos, ni siquiera los verdugos, quienes cometieron semejante atentado: fuimos nosotros, nosotros pecadores, al ofender a nuestro Dios. "Para expiación de las maldades de mi pueblo, dice el Señor, yo le he herido."

Si viéramos arrojar del cielo a millares de serafines, menos nos EXTRAÑARÍA que contemplar la crucifixión de Dios. Ni la destrucción de Sodoma y Gomorra, ni el diluvio universal, que hizo perecer a casi todos los habitantes de la tierra, ni la maldición de Dios contra Adán, causa de los infinitos males que, desde seis mil años, afligen a la humanidad, nos pintan la maldad del pecado de manera tan viva e impresionante como la vista de Dios agonizando en el madero de la Cruz.

Si descendiéramos al infierno, veríamos innumerables multitudes de ángeles caídos y millones de almas inmortales padeciendo los terribles castigos de una justicia inflexible. Nada aquí en la tierra puede  aproximarse en intensidad y en duración a los suplicios infernales, y, sin embargo, este castigo no es excesivo en comparación con lo que merece el pecado. Semejante espectáculo aterrador nos llenaría de estupor, pero nunca tanto como la vista de un Dios crucificado, pues en le inferno solo se atormenta a las criaturas, mientras que en el Calvario y sobre la Cruz atormentaron al Creador; en el infierno se castiga a los verdaderos culpables, y en el Calvario fue castigada la inocencia infinita, cargada con los crímenes de la humanidad. ¡Ah!, si de esta manera fue castigado un inocente revestido de apariencias de pecador, ¿Cómo habrían de ser castigados los verdaderos criminales? Y si el Dios del Cielo fue tratado de manera tan cruel por nosotros, viles criaturas, ¿Cómo tendríamos nosotros que ser tratados si tuviéramos que pagar solos la deuda completa que por nuestros pecados debemos? lloremos y gimamos a los pies del divino crucificado, mezclemos nuestras lágrimas de arrepentimiento con la sangre de nuestro amado Redentor agonizante.

¡Oh Jesús mío!, dame verdadero arrepentimiento de haberte ofendido, a ti, que tanto me amaste. ¿Cómo he podido pagarte los beneficios con ultrajes e ingratitudes? ¡Oh Jesús!, siento profundo dolor por mi conducta, y estoy resuelto: 1º a mortificar mis sentidos y perversas inclinaciones; 2º a meditar frecuentemente en tu dolorosa Pasión, para llenarme al contemplarla de sentimientos de fervor y fidelidad a tu divino amor.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)