LUNES SANTO

LA SANTA FAZ

Un distinguido sacerdote de Florencia tenía la costumbre de ORAR ante una imagen de la Santa Faz. Como todos los días pasaba largo espacio de tiempo en tan piadoso ejercicio, una joven mundana que vivía en la casa vecina pudo indiscretamente observarle y se figuró que lo que hacía este sacerdote era admirarse a sí mismo largo rato ante el espejo, y le pidió que le prestase el espejo porque deseaba verlo. El santo sacerdote consintió en ello y le enseñó la imagen del Salvador. "He aquí, le dijo con sencillez, el ESPEJO en el cual tú misma deberías contemplarte todos los días: en él verías el rostro de Jesús, terriblemente desfigurado, imagen de tu alma, obra de tus pecados. Purifícate, pues, de ellos por el arrepentimiento, para merecer algún día la gracia de ver en el cielo esa Faz resplandeciente de gloria." -Estas palabras, pronunciadas por el santo sacerdote, enternecieron el corazón de la joven pecadora, que desde aquel mismo día comenzó una vida de penitencia.

 Coloquémonos también nosotros con frecuencia ante el espejo de la Santa Faz, para considerar en ella los ESTRAGOS que el pecado ha hecho en nuestra alma, llenándola de heridas y mancillándola con vanidades, mentiras, insubordinación, críticas, sensualidad y cuantas faltas hemos cometido y que exigen arrepentimiento, dolor y lágrimas. -Además, si estamos AFLIGIDOS, si luchamos contra la adversidad, lo único capaz de reanimar nuestro valor será el comparar nuestras penas con las de Jesús, y leer en sus divinos ojos cuán preciosas son para él nuestras cruces. -Si acaso la DESCONFIANZA, el temor, la tristeza o la desesperación se apoderaran de nosotros, volvamos nuestras miradas a la Faz herida, pero tranquila y serena, de nuestro divino Mediador, y digamos al Padre celestial:

"Señor, mis pecados me espantan; el mundo y el demonio me tienden sus redes para perderme. ¿Adónde iré? ¿a quién recurriré? ¡Oh Dios mío!, escóndeme en la Faz de tu Cristo, que es el espejo de tus misericordias divinas y mi alma solo verá en ella tu bondad, siempre dispuesta a perdonarme."- Si al igual de los santos supiéramos contemplar la Faz de nuestro Juez, aprenderíamos como ellos: 1º a armonizar en sentimientos y conducta el temor con la esperanza; 2º a caminar por consiguiente hacia el cielo, por la senda segura de la desconfianza en nosotros mismos y de la confianza en Dios, manteniendo en nosotros esta confianza, de forma que sea cada día más firme y más generosa en la práctica, apoyados siempre en Jesús y en su divina Madre.

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