VIERNES DE PASIÓN

 LOS DOLORES DE LA VIRGEN

Después que el cuerpo de Nuestro Señor fue desclavado de la cruz, dice la tradición que fue puesto en brazos de su Madre desolada. María pudo contemplar entonces el LASTIMOSO ESTADO de su amadísimo Hijo. Ella lo había entregado a los hombres "blanco y rubio, escogido entre millares" y de una belleza impresionante, y ese Hijo divino le fue devuelto tan desfigurado por los golpes y las heridas que apenas era posible reconocerle. María pudo considerar despacio, con el corazón traspasado por mil crueles espadas, la profundidad de las llagas, las carnes rotas y los huesos al descubierto. Al contemplarle en aquel tristísimo estado, al que por NUESTRAS INIQUIDADES fue reducido, se sintió llena de dolor y de amor y sus ojos derramaron raudales de lágrimas, capaces de enternecer a los corazones más duros.

¡Qué ingratos seríamos si permaneciéramos insensibles ante el espectáculo de un Dios muerto, cubierto de llagas, entre los brazos de su Madre desolada! Y todo fue OBRA NUESTRA, la obra de nuestros pecados, que ofendieron a la majestad divina. ¡Lloremos, lamentémonos y propongámonos vivir DOLORIDOS de nuestras culpas! Arrepentimiento que habrá de ser ennoblecido, dulcificado y como embalsamado por una CONFIANZA llena de AMOR. La Santísima Virgen reveló a Santa Brígida que después de haber sido el Señor desenclavado de la cruz por sus discípulos, pudo ella cerrar los ojos a su Hijo, aunque no le fue posible conseguir que sus brazos se plegasen. Con esto parece que el Salvador y su Santísima Madre quieren darnos a entender que los brazos del Redentor están siempre abiertos para acogernos en ellos y que, siempre que lo deseemos, obtendremos su misericordia. Las heridas de Jesús son además la fuente por la que se derraman las gracias y María Santísima el canal que las conduce hasta nosotros.

Esta Reina de dolores con su Hijo entre los brazos parece DECIRNOS: "Hijos míos, no temáis, ha sonado la hora de la esperanza y del amor. La ley de la esclavitud ha pasado y entra en vigor la del amor, ley de los hijos. Si el costado divino de Jesús fue abierto por la lanza después de muerto, es para que sepáis que él os entrega su corazón y que os reclama el vuestro. Amad, pues, a Jesús con toda el alma y con todas las fuerzas."

Virgen María, Madre de dolores, yo quisiera amar a mi Redentor tanto como tú le amaste, pero desgraciadamente estoy demasiado apegado al mundo y a mi mismo para ello. Intercede por mí cerca de tu Hijo para que él me conceda fuerzas para vencer repugnancias, temores al tratarse de contentar a tu Corazón y al de tu divino Hijo. Para ello tomo las siguientes RESOLUCIONES: 1º unirme a tus sentimientos de amor, piedad y abnegación, al recorrer devotamente las estaciones del Via-Crucis; 2º detenerme, al hacer este piadoso ejercicio,  en la penúltima estación, para contemplarte, Madre mía, con el cuerpo de Jesús entre los brazos. Allí renovaré mi fervor y afirmaré mi voluntad sincera de no negarte nada de cuanto quieras pedirme.

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