JUEVES PRIMERO DE PASCUA

 TRISTEZA GRATA A DIOS

La tristeza inspirada por Dios nos hace ser humildes porque nos recuerda las faltas cometidas y nos hace ver el fondo de malicia que en nosotros existe. También purifica la conciencia de sus culpas y DESPRENDE el corazón de las vanidades de este mundo. "Cuando el hombre tiene perfecta contrición, dice la Imitación entonces le es grave y amargo todo el mundo (L. I, c. 21)." Y lejos de agradarle las conversaciones inútiles, busca la soledad para entretenerse con Dios. La curiosidad de ver, leer y entenderlo todo, el deseo de gustar, figurar, gozar de libertad y demás tendencias peligrosas, se amortigua cuando se mezcla con lágrimas de arrepentimiento.

Y por el contrario, con estas mismas lágrimas la devoción se anima y el AMOR DE DIOS se hace más vehemente, pues no hay sacrificio que entonces no se haga en espíritu de penitencia y para imitar a Jesús crucificado. -Mientras la tristeza morbosa, al decir de Casiano, nos hace ásperos, malhumorados y tristes; mientras se descorazona y, alejándonos del bien, nos lleva a la desesperación, la tristeza buena, la que es según Dios, nos enseña a practicar todas las virtudes y nos infunde los dones y los frutos del Espíritu Santo, haciéndonos, por tanto, merecer la eterna BIENAVENTURANZA. Y el mismo Dios, se dice en el Apocalipsis, enjugará de los ojos de los escogidos todas las lágrimas, porque allí ya no habrá muerte, ni llanto, ni alarido, ni dolor, porque las cosas de antes son pasadas (Apoc. 21, 4), y añade el Salmista: "Aquellos que sembraban con lágrimas, segarán llenos de júbilo (Salmo 125, 5-6)."

¿Cómo es posible que seamos INSENSIBLES  a cuanto hacia llorar a los santos, es decir: insensibles a los males de la Iglesia, a los escándalos del mundo, a los ultrajes que recibe la divina Majestad, y que no nos conmueva el grandísimo número de almas que diariamente van a la perdición eterna? Sin embargo, qué delicados y puntillosos somos en cuanto se trata de nuestros intereses, de nuestro honor, de nuestra salud. ¿Por qué somos así? Sin duda, porque el amor propio domina en nosotros sobre el amor de Dios.

¡Oh Jesús! Líbrame de las VANAS ALEGRÍAS que disipan el corazón y son enemigas del comedimiento y de la compostura, que nos hacen perder en una hora el fruto de los ejercicios de todo un día. Concédeme, por el contrario, santas disposiciones parecidas a las de tu alma cuando orabas en el Huerto y estabas embargado de temor, de tedio y de tristeza. Dígnate, pues, inspirarme: 1º temor saludable a los juicios de tu divina Justicia; 2º aversión hacia las costumbres y placeres mundanos; 3º profundo arrepentimiento que me haga llorar mis culpas, ya que con ellas he herido las infinitas perfecciones de tu Padre celestial. Te ruego que me concedas el recogimiento interior que necesito para vivir en medio de los asuntos; -hazme despegado de todo lo mundano- y dame amor a la soledad, al silencio y a la oración, aun cuando me encuentre en medio de las más absorbentes ocupaciones. Espero estas gracias, que te pido por la intercesión de María Santísima, Madre de dolores.

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