MARTES DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA

 MEDIOS DE IMITAR A JESÚS

La estima que tenemos de Jesús hará, sin duda, que le imitemos por ese instinto que nos lleva a hacernos semejantes a los que admiramos. Pero es el amor el que MÁS FUERZA a imitar al objeto amado y apropiarse de la ideas, las intenciones y los sentimientos que lo caracterizan. "La caridad de San Vicente de Paúl hacia Nuestro Señor, dice su biógrafo, le obligaba en cierto modo a asemejarse a Jesús en sus palabras, acciones y pensamientos, siendo sobre la tierra este santo una de las imágenes más perfectas de Jesucristo." Y si nosotros amáramos como él a nuestro Salvador, también como él sabríamos copiar a este Modelo divino.

Pero será necesario que nuestro amor sea TIERNO, GENEROSO Y CONSTANTE; que, como fuerte lazo, nos ate estrechamente al Verbo encarnado, haciéndonos capaces de sacrificarle nuestros deseos, gustos, inclinaciones y defectos. Para lograrlo meditemos los misterios de su Infancia, de su Pasión, de la divina Eucaristía. Meditando en la INFANCIA, aprenderemos a imitar su docilidad y humildad, su inocencia, rectitud y candor, y le amaremos con verdadera ternura. -Meditando la PASIÓN, aprenderemos a sacrificarnos siempre que lo exija la virtud. Si contemplamos a Jesús crucificado, seremos fuertes cuando llegue para nosotros la hora de la tentación, valientes para luchar contra las adversidades y capaces de renunciar a todo, a fin de cumplir siempre la santa voluntad de Dios. -Y por último, meditando en Jesús, prisionero por nosotros EN EL SAGRARIO, nos sentiremos suavemente obligados a imitar la constancia de su amor, que día y noche, recogido en el silencio del Santuario, nos da ejemplo de incesante oración y de paciencia ilimitada e inalterable, soportando las irreverencias, las faltas de respeto, las afrentas, las injurias y hasta los más horribles sacrilegios que contra él se comenten en la adorable Eucaristía.

¡Oh Jesús, mi amadísimo Modelo!, inflama mi corazón con el fuego de tu amor, y concédeme gran deseo de parecerme a ti en todas las circunstancias de la vida. Que mis pensamientos, sentimientos, intenciones y voluntad estén en todo conformes con tus interiores disposiciones. Te suplico me concedas estas gracias, que te pido por los méritos de María y de José, que tan fielmente supieron imitarte en Nazaret.

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