MIÉRCOLES PRIMERO DE PASCUA

 TRISTEZA ENFERMIZA

Para vencer esta terrible enfermedad, el mejor remedio será la ORACIÓN FERVOROSA, que nos proporcionará reflexiones piadosas y santos afectos. Casiano expresaba esto al decir: "Así como David, al tocar el arpa, hacía huir al demonio que atormentaba a Saúl, de la misma manera la oración hace huir al demonio de la tristeza, porque eleva los pensamientos, hace desaparecer las nubes que ensombrecen el espíritu y dilata y alegra el corazón." -El bienaventurado Enrique Susón, encontrándose una vez bajo el peso de una terrible melancolía, oyó un voz que le decía: "Levántate y medita la Pasión del Salvador." Y en cuanto obedeció se sintió aliviado. -Si muchas veces un rato pasado con un amigo sirve para aliviar nuestras penas, ¿de cuánto más consuelo no nos servirá el entretenernos con Dios, fuente inagotable de delicias? El Señor dice por boca del profeta Isaías: "Yo lo conduciré a mi santo Monte, y en mi casa de oración los llenaré de alegría. (Isaías 56, 7)." Y el Rey David, pensando solo en Dios y en la presencia divina, se sentía lleno de inefables consuelos. 

Luego, no junto a las criaturas, sino a los pies del CRUCIFIJO o ante el altar y el SAGRARIO, encontraremos nosotros el remedio de nuestras penas. Allí aprenderemos a considerar los acontecimientos como guiados por la mano de Dios y por su infinita bondad y SABIDURÍA. Sabemos perfectamente que el Señor solo quiere nuestro bien; ¿por qué, pues, nos entristecemos y quejamos cuando nos lo procura por medio de pruebas y tribulaciones? ¿Se queja el enfermo de la medicina que habrá de curarle, por muy amarga que sea? Y  nosotros, almas de poca fe, caemos en abatimiento en cuanto el Señor, para santificarnos, permite que nuestro orgullo sea humillado, nuestra voluntad contrariada, nuestras ideas refutadas y nuestra paciencia ejercitada. Pero ¿qué es entonces lo que buscamos en la oración? ¿No es la fuerza necesaria para morir a nosotros mismos, a nuestros vicios y malas inclinaciones y para nacer a una nueva vida y práctica de las virtudes?

Saquemos, pues, las siguientes conclusiones: 1ª que para nosotros habrán de ser motivo de alegría más que de tristeza las tribulaciones, ya que el Señor, al probarnos, nos hace crecer en méritos y en santidad; 2ª que debiéramos tomar como lema de máxima de San Francisco de Sales: "Nada de tristezas ni de inquietudes vanas; hacer el bien y hacerlo alegremente en un DOBLE bien; y entristecerse uno de sus defectos es acumular defectos sobre defecto."

¡Oh Jesús! ¡Oh María! Recordadme con frecuencia aquella paz inalterable que gozabais aun en medio de vuestros sufrimientos; sed mis Maestros, para enseñarme resignación en las penas. Me alegro santamente de vivir en vuestra dulce amistad, para daros gloria y merecer el cielo, más afortunado que los DESDICHADOS que tendrán que padecer las penas del infierno.

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