VIERNES DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA

 DEL CONOCIMIENTO DE JESÚS

Conocer a Jesús es la MÁS NOBLE de todas las ciencias, porque tiene por OBJETO la infinita grandeza; a aquel que fue ayer, es hoy y será siempre por todos los siglos. A aquél que es centro de todas las edades y generaciones, al que se refiere todo saber y a quien se debe toda la gloria. Al estudiar al divino Restaurador de nuestras ruinas, profundizamos en los designios de Dios sobre la humanidad caída, aprendemos a admirar su sabiduría, santidad, justicia y bondad en la gran obra de nuestra espiritual renovación. Los misterios más sublimes nos son también revelados de tal forma, que quien esté iluminado por la fe sabe más acerca de Dios, de la Creación y de la Redención que los más famosos filósofos de la antigüedad pagana.

¡Oh Jesús!, únicamente en ti podría yo aprender esta ciencia que enriquece la inteligencia, eleva los sentimientos y satisface enteramente las más ÍNTIMAS ASPIRACIONES del alma. Creado para ti, fui redimido por el precio infinito de tu sangre, y tú mismo me dotaste de fe, esperanza y amor, y me permitiste aspirar a la gloria de los elegidos. ¿Podría yo, sin cometer la mayor de las injusticias, sustraerme a tu imperio y dejar de consagrarte inteligencia, corazón y vida? No, Jesús mío, no. Quiero encauzar hacia ti mis pensamientos, mis afectos, toda mi actividad, para unirme estrechamente a tu bondad infinita y hacer de ti mi modelo, al imitar tus virtudes.

Si conocemos a Jesús, este conocimiento refluirá sobre nuestra vida, y lo veremos prácticamente, pues nos hará enseguida gustar de la verdadera PAZ y felicidad. Los santos son prueba evidente de esto, porque, aun en medio de los mayores trabajos y privaciones, fueron los más dichosos de la tierra. ¿Y de dónde les provenía tanta dicha? Únicamente de la ciencia que poseían acerca de Jesús, cuyas máximas eran como el guión de sus heroicas existencias. Por eso el divino Maestro los consolaba de manera inefable. Santa Juana de Chantal, a pesar de sus penas interiores, decía que en el ejercicio de la oración encontraba su paraíso en la tierra. Y San Bernardo decía: "Mi boca no da abasto a mi corazón cuando me pongo a referir las delicias en que me anego conversando con Jesús."

¡Oh Salvador mío amabilísimo! Sé tú mismo mi Maestro y enséñame a conocerte en los misterios de tu INFANCIA, como te conocían María y José, cuando te estudiaban en la casita de Nazarte. Haz que te conozca en las emocionantes escenas dela Pasión, deteniéndome a contemplarte en ellas a la manera que los hicieron San Francisco de Asís, San Alfonso y tantos otros grandes santos. Haz que llegue a tu perfecto conocimiento al adorarte bajo los velos de la divina EUCARISTÍA, como tantas almas fervorosas que, enamoradas de tu sacratísima Persona, asiduamente te acompañan al pie de los sagrarios. Hazme adelantar de día en día en este conocimiento práctico de las perfecciones divinas, que tú, al humanarte, quisiste poner a nuestro alcance.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)