1 DE JUNIO

LA ADOPCIÓN DIVINA

Asegura el apóstol San Pablo "que Dios mismo nos escogió ANTES DE LA CREACIÓN del mundo para ser santos y sin mácula en su presencia por la caridad; habiéndonos predestinado al ser de hijos suyos adoptivos, por Jesucristo a gloria suya, por un puro efecto de su buena voluntad (Efes. 1, 4-5)". Y añade estas palabras: "No habéis recibido el espíritu de servidumbre para obrar todavía solamente por temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción de hijos, en virtud del cual clamamos con toda confianza: ABBA , esto es, ¡Padre mío! Y con razón, porque el mismo Espíritu de Dios está dando testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios (Rom. 8, 15-16)."

Esta gracia infinitamente preciosa de la adopción divina obra en nosotros TRES GRANDES EFECTOS: el primero es el de hacernos participar de la grandeza, de la sabiduría, de la santidad y de la misma NATURALEZA del Padre. El segundo es el de comunicarnos el Espíritu Santo, el cual vive en nosotros y nos comunica los pensamientos, los deseos y los sentimientos de Jesús, inspirándonos los actos sobrenaturales que hacemos, dirigiéndolos, continuándolos y terminándolos en nosotros y con nosotros, de tal forma que tales actos están como divinizados, y por ellos somos dignos de recibir las más ricas recompensas. Admirable prerrogativa, gracias a la cual tenemos la ventaja de multiplicar constantemente los méritos más allá de nuestra comprensión y hasta el último instante de nuestra vida.

El tercer efecto de la divina adopción es el que San Pablo señala por estas palabras: "Siendo hijos de Dios, somos también HEREDEROS; herederos de Dios y coherederos con Cristo (Rom. 8, 17)." Somos herederos de Dios, porque Dios es nuestro Padre y los hijos tienen derecho a la herencia de sus padres; somos coherederos con Cristo, nuestro Redentor y Hermano, Primogénito entre muchos hermanos, los hombres que por él fueron redimidos. 

Estos tres preciosos efectos de la divina adopción elevan nuestra alma y nuestra vida por encima de toda grandeza, nos aseguran una muerte feliz y nos prometen una eternidad de delicias; motivos por los cuales deberíamos experimentar los mismos sentimientos de agradecimiento, confianza y amor a nuestro Padre celestial que animaban a Jesús, Maestro y Modelo nuestro.

¡Oh Dios mío, Padre de mi alma! Por los méritos de Jesús y de María dígnate dirigir hacia mí tus miradas y concédeme un AMOR FILIAL que me haga rendirte sin cesar mis más humildes y fervientes homenajes. Con tu ayuda divina PROPONGO: 1º observar exactamente tus preceptos y someterme sin vacilación a tus voluntades; 2º agradecerte los innumerables beneficios que me has dispensado, y hacer que redunde en gloria tuya cuanto de bueno exista en mí, fruto de tu gracia, sin la cual nada podría hacer por la salvación de mi alma.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)