31 DE MAYO

 NUESTRA ALMA, IMAGEN DE LA TRINIDAD

El alma se asemeja a Dios, sobre todo, por gracia. Porque el alma por la gracia habitual o SANTIFICANTE, recibe, por decirlo así, un nuevo ser, ser accidental, puesto que puede perderlo sin perecer ella, pero ser de un orden infinitamente superior al primero, ser sobrenatural, es decir, ser colocado por encima de toda naturaleza creada, incluso por encima de los mismos ángeles. Privilegio tan maravilloso hace que nuestra alma se eleve a la altura de Dios.

La FE, que procede de esta gracia, más sublime aún que el brillo de los más grandes genios, diviniza en cierto modo nuestra inteligencia al hacernos conocer los misterios de Dios, como él los conoce. Es como la inteligencia del Creador unida a nuestra razón. -¡Cuánto ennoblece también el Señor la voluntad! Le comunica el horror al mal y el AMOR del bien tal como él mismo los siente. La hace participar por analogía o semejanza de su mismo SER DIVINO o de su  divinidad, lo cual es para nosotros, dice Santo Tomás, el colmo de la verdadera grandeza. ¡Cuán infinitas son, por tanto, la bondad y la caridad de Dios!

Por el pecado de Adán caímos en el más profundo de los abismos, y el Altísimo, por Nuestro Señor Jesucristo, quiso sacarnos de él; y no solo nos levantó, sino que nos ADOPTÓ POR HIJOS, haciéndonos como una reproducción de Jesús. Las tres Personas de la Santísima Trinidad contribuyen a tan gloriosa filiación: Dios Padre, al adoptarnos; Dios Hijo, al unirnos a sí y al constituirnos sus hermanos y coherederos de su gloria, y Dios Espíritu Santo, al infundirnos las inclinaciones del Padre y del Hijo, por los dones y las gracias que derrama sobre nosotros, cuyo más pequeño grado sobrepasa en valor a todo el universo.

No podrá nadie explicarnos cuánto DEBEMOS a la liberalidad de la Santísima Trinidad. Para demostrarle nuestro agradecimiento honrémosla: 1º en el Padre, siendo obedientes y estando sometidos sin reservas a su divino beneplácito; 2º en el Hijo, anonadándonos en su presencia, prescindiendo de todo amor propio; 3º en el Espíritu Santo, desprendiéndonos totalmente de lo terreno y amando constantemente al Bien único y soberano.

¡Oh Santísima Trinidad: Una, Inmutable y Eterna! Te adoro dentro de mi alma; te amo y me someto por entero a tu divino beneplácito. Por los méritos de Jesús y de María, hazme RESPETAR en las almas tu imagen según la naturaleza y tu semejanza según la gracia. Hazme DÓCIL a tus preceptos, PACIENTE en las penas y CARITATIVO con todos los hombres.  

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