JUEVES ANTES DE PENTECOSTÉS

 CÓMO DISPONERNOS A CELEBRAR ESTA FIESTA

Jesús dijo a sus Apóstoles: "Os conviene que yo me vaya; porque si yo no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros (Juan 16, 7)." Según San Bernardo, el divino Maestro NOS ENSEÑA con estas palabras a no mezclar las vanidades con la verdad, los bienes pasajeros con los bienes eternos, las cosas materiales con las espirituales y las bajas con las elevadas, queriendo gustar al mismo tiempo lo terreno y lo celestial. Es decir, que el Salvador nos hace entender que el DESPRENDIMIENTO es condición necesaria para recibir al Espíritu Santo. Jesús quería que sus discípulos le amaran de una manera más sobrenatural; así habremos de amarle también nosotros. Él nos enseña que, para recibir al Espíritu Santo, tenemos que estar desprendidos hasta de los consuelos de la devoción sensible, a fin de poseer ese Espíritu Santo con sus dones, sus gracias y su amor.

Y, como lo hicieron los Apóstoles, procuremos recogernos estos días en SOLEDAD. Ellos, cuando oyeron estas palabras del Señor: "Voy a enviaros el Espíritu divino que mi Padre os ha prometido por mi boca: entre tanto, permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fortaleza de lo alto (Lucas 24, 49)", se encerraron en el Cenáculo, donde pasaron diez días DE RETIRO, "animados de un mismo espíritu, perseverando juntos en la oración, con las mujeres piadosas y con María, la Madre de Jesús (Hechos 1, 14)." Sigamos, pues, su ejemplo y empleemos los días que preceden a Pentecostés vigilándonos, practicando vida interior y repitiendo a la par que nuestra Madre la Iglesia:

"Ven, Padre de los pobres; ven, dador de las gracias; ven, lumbre de los corazones, descanso en el trabajo, en el ardor refresco, consuelo en el llanto. Sin tu ayuda nada hay en el hombre, nada que no sea manchado. Doblega lo que es rígido, calienta lo que está frío, dirige lo que va extraviado. Da el premio de la virtud, da el puerto de salvación, da el eterno gozo. Ven, Espíritu Santo; envía desde el cielo un rayo de tu luz; bondadoso Consolador , dulce huésped del alma, dulce refrigerio. ¡Oh luz santísima!, llena lo más intimo de los corazones de tus fieles. Lava lo que está manchado, riega lo que es árido, cura lo que está enfermo. concede a tus fieles que en ti confían tus siete sagrados dones."

¡Oh María, Esposa del Espíritu Santo, ayúdame a prepararme a la fiesta de Pentecostés.

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