LUNES DE LA CUARTA SEMANA DE PASCUA

 ARIDEZ ESPIRITUAL

Cuando Dios prueba a un alma fervorosa por medio de la aridez espiritual deberá RESIGNARSE, esforzándose al mismo tiempo en cumplir lo mejor que pueda sus devociones, por mucho que le cuesten y sin omitir una sola. Uniéndose en espíritu a Jesús crucificado, convencida de que le será mucho más útil la prueba que la devoción sensible, pida al Señor que le conceda paciencia y perseverancia. El alma probada por Dios de esta manera deberá procurar también distraerse variando de lecturas y con moderados entretenimientos, pero siendo siempre su propósito principal buscar a Dios en todas las cosas.

En cuanto a aquellos que por su habitual cobardía son más o menos culpables de tibieza y del aburrimiento que sienten en cuanto se trata de ejercitarse en la piedad, habrán de curar su mal, ATACANDO directamente LAS RAICES del mismo. La lectura de vidas de santos o de libros que traten de la belleza de la virtud podrá contribuir mucho a la curación de su alma, porque no hay estimulante que mejor pueda sacudirnos de nuestra habitual indiferencia que las bellezas morales y las acciones heroicas que realizan los corazones verdaderamente generosos. Cuando el santo Cura de Ars hablaba acerca del fervor de los santos Padres que se retiraban a los desiertos para hacer penitencia, sentía tal emoción, que se le saltaban las lágrimas, y San Felipe Neri prorrumpía en sollozos cuando se leía la vida de los santos.

Si a las lecturas piadosas unimos la ORACIÓN, meditando seriamente y prolongando la meditación, veremos cómo la gracia penetra poco a poco en nuestra alma cual suave rocío y nos quita el gusto de los placeres caducos, despierta en nosotros la afición a los bienes imperecederos y nos hace gustar en lo íntimo del corazón la dulzura de las cosas divinas. Digamos, pues, con frecuencia estas palabras de San Ambrosio: "Señor, sana el paladar de mi corazón y hazme sentir la suavidad de tu amor, que, libre de todo desfallecimiento, solo encuentre mis delicias en ti y en tu servicio." Examinémonos y veamos si cumplimos con el debido cuidado las prácticas piadosas, sobre todo la oración de la mañana y la acción de gracias después de la Comunión.

¡Oh Dios mío! Si tú solo fueras el objeto de todos mis deseos, si mis intenciones tan solo fueran dirigidas hacia ti, todo aquello que es contrario a mis ideas y a mis gustos no me distraería con tanta facilidad de tu divina misericordia. Concédeme, te lo ruego, las siguientes gracias: 1ª darte en todo la mayor gloria; 2ª buscar en la oración, no mi propia satisfacción, a la cual quiero renunciar desde ahora, pero sí el darte gusto en todo, siguiendo tu divino beneplácito.

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