MARTES ANTES DE PENTECOSTÉS

 EL DON DE SABIDURÍA

Para recibir el precioso don de Inteligencia debemos disponernos a ello con ayuda de la FE PRÁCTICA. "Creed decía San Agustín, y mereceréis comprender." Y el profeta Isaías dijo: "Si no creyereis, tampoco tendréis estabilidad (Isaías 7,9)." Al ejercitarnos en la fe nos sometemos a Dios, y con esta fe práctica mereceremos ser iluminados por luces celestiales  que casi nos harán patentes los más oscuros misterios.

Donde más se fortifica la fe es en la oración, que nos pone en comunicación con Jesús. Santo Tomás aseguraba que había recibido la inteligencia de las verdades reveladas, mucho más en la ORACIÓN que en el estudio. Y lo mismo pudo decir San Buenaventura. Muchos fueron los santos iletrados, que pudieron, gracias a la meditación, adentrarse profundamente en los misterios de la fe más que sapientísimos teólogos a fuerza de grandes trabajos. Si deseamos obtener el don de Inteligencia, esforcémonos en obrar siempre con miras sobrenaturales y pidamos con frecuencia al Señor que nos ilumine con sus divinas claridades.

Al espíritu de fe y de oración habremos de unir la pureza de corazón porque así como los rayos del sol penetran mejor por un cristal limpio y transparente y una atmósfera sin nubes, que no por un vidrio manchado y un cielo cargado de densos nubarrones, el Espíritu Santo ejerce su influencia con más perfección en los corazones enteramente purificados. Por esto Jesús, el divino Maestro, dijo en el sermón de la Montaña: "Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios (Mateo 5, 8)."

Para obtener esta pureza debemos evitar cuidadosamente hasta las más leves imperfecciones, procurar distraer nuestros pensamientos y afectos de las criaturas, para vivir únicamente pensando en el Señor y como si nos encontráramos con él solos en la tierra. ¿Obramos de esta manera? ¿Empleamos los ratos libres en rezar y meditar las verdades de la fe, para ajustar a ellas nuestra conducta? ¿Obedecemos a la gracia cuando ésta nos pide algún sacrificio? Tal vez si no obramos de esta manera es porque al renunciarnos a nosotros mismos tememos perder la paz y la tranquilidad. Si temiéramos esto, nos equivocaríamos totalmente, porque cuanto más nos neguemos y más busquemos a Dios, más participaremos de las luces divinas y de los inefables consuelos del Señor.

¡Oh Dios mío! Por los méritos de Jesús y de María te suplico me des fuerzas para cumplir fielmente las siguientes RESOLUCIONES: 1ª obrar siempre en todo conforme a la fe más viva; 2ª colocarme en todo momento ante tu divina Majestad e invocarte sin cesar; 3ª desprenderme de todo lo terreno para amar y buscar por encima de todo tu infinita belleza, que adoran y ensalzan los ángeles y bienaventurados en el cielo.

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