MARTES DE PENTECOSTÉS

 PETICIONES AL ESPÍRITU SANTO

Las almas que trabajan por purificarse y desprenderse de lo terreno tienen buen espíritu. Las manchas que caen en el alma son mucho más difíciles de borrar que las que caen en el cuerpo. Estas desaparecen fácilmente por efecto del agua; en cambio, ni un diluvio de sangre humana podría limpiar las MANCHAS DEL PECADO, manchas que únicamente pueden quitar los méritos infinitos de la sangre de Cristo, aplicados a nuestras almas por el Espíritu Santo. Y no pensemos que por haber lavado nuestros pecados en el sacramento de la Penitencia no nos queda ya nada que expiar o en esta vida o en la otra. No olvidemos nunca las inclinaciones al mal que en nosotros quedan después de cometido el pecado, aun después de confesado, ni de que caminamos en tinieblas ni de nuestras flaquezas.Por eso leemos en la Escritura: "Del pecado perdonado no quieras estar sin temor; ni añadas pecados a pecados (Eclesiástico 5, 5)." Y el rey David no cesaba de exclamar: "Ten piedad de mí, ¡oh Dios!, según la grandeza de tu misericordia; y según la muchedumbre de tus piedades, borra mi iniquidad. Lávame todavía más de mi iniquidad y límpiame de mi pecado (Salmo 50, 3-4).

Según San León, el MUNDO EXTERIOR por sí solo es capaz de hacernos cometer muchísimas faltas, rebajando nuestro corazón hasta las más despreciables vanidades de la tierra. Además, somos nosotros por naturaleza como pozos de corrupción. Si no fuera así, ¿de dónde vendrían las pasiones que siempre están en acecho, de dónde el orgullo, la sensualidad, el amor propio y todos los instintos perversos que nunca están en reposo? ¿Y la concupiscencia, que quiere siempre dominarnos y que tiende a infestarnos todo el ser? ¿Cómo sería posible sin la gracia permanecer puros y desprendidos en medio de tantos vicios y funestas inclinaciones? Digamos, pues, con frecuencia al mismo tiempo que nuestra Madre la Iglesia: "Espíritu Santo, lava en nosotros lo que está manchado, riega lo que es árido, cura lo que está enfermo." Digamos también con el santo rey David: "Crea en mí un corazón puro, es decir: un corazón enteramente libre, desprendido no solo de toda falta, sino también de toda afición que no se refiera a Dios, Bien supremo y eterno. "Renueva en mis entrañas el espíritu de rectitud." El espíritu de rectitud que me fue concedido en el Bautismo y que yo por mi malicia he perdido, ese espíritu que en todo va buscando la santidad y que tan solo ambiciona amarte y poseerte a ti, mi último fin y mi eterna bienaventuranza.

¡Oh Jesús! Tú, que escudriñas los repliegues de mi corazón, hazme saber qué faltas, defectos aficiones, apegos, perjudican más a mi progreso espiritual, y dame fuerzas para poner remedio a mis males. Por intercesión de la Virgen Inmaculada, Esposa del Espíritu Santo, concédeme la gracia de repetirte con frecuencia durante el día: "Crea en mí, ¡oh Dios!, un corazón puro y renueva en mis entrañas el ESPÍRITU DE RECTITUD."

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