QUINTO DOMINGO DE PASCUA

 LA ORACIÓN

Para que la oración sea eficaz habrá de ser humilde ante todo. "Toda la ciencia del alma, dice San Agustín consiste en conocer prácticamente que no somos nada y que nada podemos." Porque el alma que se conoce así sabrá invocar a Dios de todo corazón,y Dios no despreciará su oración. "Invócame desde el abismo de tu miseria, y yo te escucharé benigno", dice el Señor (Jeremías 33, 3). Siempre que empecemos nuestra oración hemos de humillarnos profundamente, recordando también estas otras palabras del Espíritu Santo: "La oración del humilde o afligido traspasará las nubes y no reposará hasta acercarse al Altísimo; del cual no se apartará hasta tanto que incline hacia él los ojos (Eccle. 35, 21)

La oración humilde es, por tanto, una oración CONFIADA, porque sabe que Dios es nuestro Padre y Padre de misericordias, que no puede permanecer insensible ante la miseria de los hijos que le piden el pan de cada día. este pan no es solo el que habrá de alimentar los cuerpos, sino también el pan de sus luces divinas, santas inspiraciones y buenos pensamientos que alimentarán nuestro espíritu; el pan de su gracia, que reanima y fortifica nuestros corazones, hasta el punto de hacernos capaces de cumplir los deberes, de soportar las penas con paciencia y de resistir los embates de la tentación. Este alimento, tan necesario para la vida espiritual, nunca nos será denegado si lo pedimos por los méritos de Jesús e intercesión de María, su dulcísima Madre. El Señor nos hizo esta promesa: "Os aseguro que cuantas cosas pidierais en la oración, tened viva fe de conseguirlas, y se os concederán sin falta (Mc. 11, 24)."

Dios nos concederá lo que le pedimos si oramos con PERSEVERANCIA. No quiero que le invoquemos una o dos veces al día o en ciertas épocas del año; nos manda que sin cesar trabajemos en la obra de nuestra santificación, ordenándonos también que no dejemos nunca de invocarle, llamando insistentemente a las puertas de la misericordia divina, para obligarle en cierto modo a concedernos lo que le pedimos, haciéndonos de esa manera depender siempre de su bondad sin límites, lo que será para nosotros fuente de toda grandeza al ser fuente de toda nuestra virtud.

¡Oh Dios mío! Puesto que no podré vivir espiritualmente sin la gracia, y ésta se obtiene por la oración, haz que mi oración sea: Humilde, Confiada y Perseverante. Humilde, es decir, dictada por un corazón convencido y penetrado de su propia miseria; CONFIADA porque va dirigida a ti, que eres el autor de todo bien y quieres prodigarme tus divinos favores; PERSEVERANTE porque en todo momento dependo absolutamente de ti y, por tanto, necesito que me protejas constantemente. Tomo las siguientes resoluciones, que con tu ayuda espero cumplir fielmente: 1º rezar con mucha frecuencia, siempre que vaya a comenzar cualquiera de mis acciones y cuando oiga sonar las horas; 2º renovar la intención de glorificarte y de obedecerte en todo; 3º hacer fielmente todas las prácticas piadosas, aun cuando éstas me resulten penosas, haciendo siempre la oración en unión de Jesús y de María.

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