VIERNES DE LA CUARTA SEMANA DESPUÉS DE PASCUA

LA VERDADERA SANTIDAD

La verdadera santidad puede adquirirse por medio de la oración y de la paciencia. LA ORACIÓN nos pone comunicación con Dios y atrae sobre nosotros sus luces y sus gracias divinas. De la misma manera que la rama, unida al tronco del árbol, recibe abundante savia y produce flores y frutos, así el alma, unida a Dios por la oración y la meditación, recibe de él los socorros que necesita para alimentarse espiritualmente y da flores de buenos deseos y frutos de virtudes. Además, gracias a la oración aprendemos a vigilarnos a nosotros mismos y vivimos atentos y fieles a las divinas inspiraciones; por eso las almas verdaderamente piadosas hacen tantos progresos en la humildad, la abnegación, la obediencia, la mansedumbre y las demás virtudes.

Sin embargo, con la oración únicamente no podríamos llegar a santificarnos por completo. Hay que pasar además por la prueba de la PACIENCIA, pues como dice el apóstol Santiago: "La paciencia perfecciona la obra." (Santiago 1, 4). Y, por lo mismo, dijo Santa Teresa de Jesús que la oración nos ayuda a sufrir con paciencia, pero que es la paciencia quien termina la obra de nuestra santificación. Según San Alfonso, las dulzuras de la contemplación, aunque nos desprenden de todo lo creado, no bastan, sin la ayuda del sufrimiento, para hacernos morir a nosotros mismos. Luego, si queremos santificarnos, armémonos de valor para soportar sin queja la pruebas interiores y exteriores que Dios quiera enviarnos.

También decía San Alfonso lo siguiente: "El día está compuesto de luz y de tinieblas, y si fuese de día constantemente o constamente fuese de noche, todo perecería en la naturaleza: así, estemos persuadidos de que lo mismo tiene que acontecer en nuestra vida; deberá ser una MEZCLA de consuelos y de penas, como para tejer un lienzo deberán de cruzarse los hilos de la urdimbre, yendo unos horizontalmente colocados y otros verticalmente. Los santos, que sabían el valor de la oración, nunca dejaron de hacerla, y no por encontrar en ella su propio gusto, sino para hacerse agradables a Dios."

¡Oh Jesús, mi adorable modelo! Tú siempre me has dado los más preciosos ejemplos de ORACIÓN y de RESIGNACIÓN perfectas. Dame fuerzas para imitarte y seguir siempre tus huellas divinas. Con tu preciosísima ayuda me propongo lo siguiente: 1º emplear todos mis ratos libres en meditar y orar, para aumentar los deseos que tengo de santificarme; 2º armarme de valor para afrontar todas las contrariedades de la vida sin quejarme por ellas, y pidiéndote al mismo tiempo me concedas paciencia para sobrellevarlas y la paz interior, del alma. Te ruego, ¡oh María!, me otorgues tu generosa protección para que pueda cumplir estas dos resoluciones. 

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