1 DE JULIO

 LA PRECIOSA SANGRE DE JESÚS

En nuestras iglesias se renueva diariamente la INMOLACIÓN de Dios. Su sangre, derramada sobre el Calvario, continúa diariamente derramándose de un modo místico sobre nuestros altares, para pagar nuestro rescate y, como río fertilizador que brota a raudales del santo sacrificio de la Misa, llega por el canal de los sacramentos a todos los corazones bien dispuestos, llevando hasta los últimos confines del mundo la fuerza, la esperanza y la vida.

Dos sacramentos, sobre todo, operan en nosotros estos preciosos efectos: son los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. El PRIMERO, como nuevo bautismo, nos devuelve después del pecado la gracia perdida, la blancura de la inocencia y la benevolencia del Padre celestial. Por tres palabras que pronuncia el sacerdote, nosotros que éramos enemigos de Dios, nos convertimos en sus siervos, amigos e hijos. Nosotros, que estábamos en pecado y que, por tanto, merecíamos toda clase de castigos, gozamos de la amistad divina y de la eterna predestinación. ¡Cuán grandes bienes trae consigo este sacramento a las almas buenas que solo han cometido pecados VENIALES! No solamente las purifica de ellos, sino que les da fuerza para no volverlos a cometer, y aumenta en ellas la gracia, las virtudes y los dones sobrenaturales recibidos en el Bautismo. ¡Qué útil es, por tanto, para nosotros prepararnos cuidadosamente a acercarnos al tribunal de la Penitencia!

Aún más maravilloso es todavía el sacramento de la EUCARISTÍA! Por él no se nos aplican únicamente los méritos de nuestro Salvador, sino que recibimos su misma Sangre, con su Cuerpo y su sagrada Persona. Figurémonos, pues, cuando comulgamos, que colocamos nuestros labios en las adorables heridas de los pies, de las manos y del costado de Jesús, y que bebemos en ellas la Sangre que nos ha redimido.

¡Oh banquete inefable en que el justo sacia su sed en las fuentes de la vida! Quisiera, ¡oh Señor!, recibirte en ese banquete divino con la fe y la pureza de los santos; con aquel respeto, confianza y amor que te demostraron San Luis Gonzaga, San Felipe Neri, San Alfonso de Ligorio y tantas otras almas iluminadas con tus luces e inflamadas en el fuego de tu divina caridad. Dígnate perdonar mi frialdad e indiferencia hacia ti y ayúdame a cumplir con fidelidad las siguientes RESOLUCIONES: 1ª asistir al santo sacrificio de la Misa, recordando tus sufrimientos y tu amor; 2ª prepararme a la confesión sacramental y para recibir la absolución, colocándome al pie de la cruz, para mejor participar de los méritos de tu preciosísima Sangre; 3ª comulgar de ahora en adelante con un ardiente deseo de unirme a ti y de vivir en este mundo desprendido de lo que no sea tu gracia y divino beneplácito.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)