10 DE JUNIO

 LA SANTA MISA

El sacrificio del altar es tan meritorio como elevado. El mérito de una ofrenda depende del valor del don en sí mismo, de la persona que la ofrece y de la intención que anima a esta persona. EL DON, como hemos visto, sobrepasa en valor a todo don que jamás se ha podido ofrecer al Señor desde el principio del mundo y a todo cuanto pueda ofrecérsele hasta la consumación de los siglos, aun la misma vida de todas las criaturas.

Quien ofrece esta dádiva tan divinamente magnífica es el mismo Jesús, tan grande como dádiva; Jesús, que se hace sacerdote y víctima a la vez. Cuando un príncipe ofrece una flor a un rey, éste recibe el obsequio, no por el valor que tenga, sino por consideración al príncipe. Y Dios recibe la ofrenda que se le hace en los altares,no solo porque esa ofrenda magnífica merezca su benevolencia, sino porque también se la reclama el donante. ¡Cuán grande habrá de ser esa benevolencia divina cuando la ofrenda y el donante son el mismo Dios!

Lo que más valor da a una ofrenda es la INTENCIÓN con que se hace. Cuando se da con miras bajas e interesadas se quita todo el valor a la dádiva y aun se la desprecia por completo. Pero cuando se da por motivos nobles y desinteresados, se duplica en cierto modo el valor del regalo a los ojos de quien lo recibe. Nuestro divino Salvador, al inmolarse en los altares, tenía por fines principales: glorificar a su Padre divino; obtenernos el perdón de las culpas y las gracias necesarias para la salvación. ¿Cabe, acaso, intención más elevada, más santa, más generosa, más meritoria? Unámonos a esta intención del divino Redentor siempre que por nosotros mismos o por las manos del sacerdote ofrezcamos el santo sacrifico de la Misa.

¡Oh Jesús mío, Víctima sacratísima! Infúndeme las mismas disposiciones que te animan en el Altar. Quiero en adelante glorificar por ti al Padre celestial, dándole gracias y pidiéndole que, por su infinita misericordia, me conceda con el perdón de mis pecados las gracias que necesito para perseverar hasta la última hora en el buen camino. Y a ti, Virgen purísima, te ruego me ayudes a oír todas las mañanas el santo sacrificio de la Misa, penetrado de los mismos sentimientos que embargaban tu alma, cuando tu divino Hijo moría sobre la Cruz.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)