17 DE JUNIO

LA SÓLIDA VIRTUD

Se toma el camino dela verdadera perfección, dice San Alfonso, cuando se afana uno en despreciarse, en mortificar las propias inclinaciones y en conformarse en todo con el beneplácito de Dios (Práctica del amor, capítulo 9).

Para llegar a DESPRECIARNOS sinceramente, debemos estudiar los defectos de nuestra naturaleza caída, su impotencia para el bien, sus inclinaciones al mal; debemos considerar la malicia y fealdad de nuestros pecados y de aquellos que seriamos cpaces de cometer sin la gracia; deberemos aprender a conocer nuestra incostancia, fragiilidad y miseria, que nunca nos abandona a pesar de cuantos medios y recursos empleamos. Esta vista y examen de todos los días, ¡qué grandes sentimientos de humildad nos inspiraría!

De estos sentimientos nos vendría vivo deseo de REFORMAR esta perversa naturaleza, de combatirla en sus extravíos, malas tendencias e instintos depravados, y de conformarla lo más posible al modelo, a nuestro divino modelo, Jesucristo. La vida del Salvador fue un sacrificio continuo. Después de haberlo inmolado todo, se entregó a nosotros en la Eucaristía, demostrándonos así cuán necesario es que todo se lo sacrifiquemos si queremos pertenecerle para siempre y sin reservas. Habiéndose él hecho Víctima perpetua en el altar, ¿no tiene derecho para exigir de nosotros, en justa correspondencia, un renunciamiento constante?

Así, nuestra voluntad estaría como IDENTIFICADA con la suya, en lo cual precisamente consiste la verdadera perfección, que nos hace estar siempre dispuestos a cumplir cuanto Dios desea o pueda desear de nosotros, y nos

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