18 DE JUNIO

 LA CONFIANZA EN DIOS

Debemos, sobre todo, ejercitar la confianza en la misericordia divina cuando nos sentimos agobiados bajo el peso de nuestra miseria y a punto de desfallecer. Entonces es cuando más que nunca deberemos decirnos: "Ahora es precisamente el momento de darle gloria a Dios, al confiar en su divina misericordia; ahora que tiene tanto que perdonarme, todo lo espero de su bondad. Los hospitales se fundaron para los enfermos y heridos, y nadie con más derecho a ser atendido que ellos, los que llaman a sus puertas calenturientos o cubiertos de llagas. La misericordia del Señor es el Hospital de los miserables, y en él serán acogidos mejor que nadie quienes mejor comprendan sus MISERIAS. ¿De que serviría la obra admirable de la Redención y para qué habría derramado el divino Salvador su sangre preciosísima, si no tuviéramos faltas que expiar y males que curar? entonces, Dios mío, lo que tengo que hacer, precisamente porque soy pobre y lleno de vicios, es confiarme plenamente en ti, aumentando mi confianza cuanto más pobre y lleno de vicios me encuentre." De esta manera deberíamos hablar siempre a Dios, sobre todo en los momentos de tentación contra la esperanza.

"Y, sin embargo, alguien objetará, estas razones podrán quizá convenirle a quien haya obrado bien toda su vida, pero cuántos habrá que por la multitud y la malicia de sus CULPAS no se atrevan a esperar misericordia y viven atormentados por la idea de los castigos merecidos"... -Con todo, para ver hasta dónde llega la misericordia divina, no tendríamos más que considerar al Hijo pródigo, ya que el Señor mismo, para convencernos de su inmensa bondad, nos propuso esta parábola. Consideremos, pues, que el Hijo pródigo, aunque hubiese cometido todos los crímenes y por su vida de crápula y libertinaje fuese indigno de perdón, a pesar de todo confiaba en el amor y misericordia de su padre, como dice el Salvador, poniendo en su boca estas palabras: "Iré a mi Padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo (Lc. 15, 18)."

E hizo como había dicho, y su padre no pudo resistirse a semejante lenguaje y decisión, y abriéndole sus brazos le recibió en ellos con todo cariño.- De esta manera Dios acogerá a LOS PECADORES, con tal de que confíen en él y se arrepientan de sus culpas, pues hasta al mismo Judas hubiera perdonado si no se hubiese desesperado. -Y nosotros ¡cuántos reproches merecemos por desconfiar tanto de Dios y desanimarnos por CULPAS que a veces no pasan de ser leves imperfecciones!

¡Dios mío!, al considerar mis temores, desconfianzas y tristezas tan poco razonables, se diría que tú tan solo has prometido misericordia y perdón a los que están libres de pecado y que la muerte de nuestro Redentor servirá únicamente para salvación de los inocentes. ¡Señor! Sé que tu caridad no tiene límites, que tu bondad es infinita. Quiero glorificarte por ello y esperar tanto más en ti, en Jesús, en María, cuanto más desesperado me parezca el estado de mi alma. Para ello, estoy resuelto a seguir puntualmente las dos grandes leyes de la confianza, inculcadas por san Alfonso María de Ligorio:1º TRABAJAR en la obra de mi perfección, como si dependiese tan solo de mí; 2º APOYARME únicamente en ti como en la única razón de mi esperanza.

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