19 DE JUNIIO

 JESÚS Y MARÍA

Nada tan DIGNO DE AMOR en el cielo ni en la tierra, nada reclama tanto nuestro rendimiento y devoción como Jesús y su santísima Madre. Cabeza y Modelo de los predestinados, Jesús merece por todos, nuestro respeto, nuestra obediencia y nuestra más entera sumisión. Es nuestro deber COPIARLE en nuestras intenciones, sentimientos y conducta. La Virgen inmaculada, Madre del Salvador y Madre nuestra, es la que con más perfección imitó las virtudes de Jesús; ¿Quién después de él habrá de ser, pues, el objeto de nuestro amor y de nuestros homenajes?

El alma de Jesús, vivía recogida y anonadada en Dios; todos sus pensamientos y deseos se concentraban en el Padre celestial, cuya gloria y divino beneplácito buscaba siempre. Y María, que seguía las huellas de su Modelo divino, estaba animada de sus mismas disposiciones por medio de la oración y del amor. El Hijo y la Madre eran, pues, como DOS EJEMPLOS, que se reflejaban uno en otro. María tomaba de Jesús todas las gracias que de él fluían, y Jesús hallaba en su Madre todas las virtudes de que le daba ejemplo.

¡Oh qué felices y santos seríamos si nuestra única ambición en la tierra fuera SERVIR a Jesús y a María y hacernos SEMEJANTES a ellos! Vemos a tantos agotarse en el servicio de los reyes y grandes de este mundo solo por el deseo de una recompensa efímera; vemos también a tantos que procuran con mil trabajos imitar a los hombres célebres para alcanzar su fama. Y nosotros, tratándose del Rey y de la Reina de los ángeles, que nos prometen un reino eterno por guardar sus preceptos y serles fieles, ¿habríamos de servirles con menos ardor?, ¿tendríamos menos afán por imitarles para participar de su gloria y de su felicidad? ¡Oh, no! Esto no debe ser. Además, no olvidaremos que Jesús y María nos han prometido ayuda si queremos seguir en pos de ellos.

¡Oh Santo Patriarca de Nazaret, que con tanta fidelidad supiste imitar a Jesús y a María! Ruega al Señor para que me infunda tu espíritu de fe, de recogimiento y de oración, a fin de unirme estrechamente a mi Salvador y a su Madre divina. Estoy RESUELTO:1º a contemplarlos en los misterios del Rosario, que he de rezar con frecuencia; 2º a pedirles entonces con ardor el don precioso de su amor, ya que encierra en sí todos los bienes y nos hace practicar todas las virtudes.

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